lunes, 7 de marzo de 2011

El Estado y la visión de reforma burocrática

José Guadalupe Isabeles Martínez

A pesar del brío que ya está tomando la nueva gestión pública, queda por destruir las inercias y ver un cambio institucional que hoy por hoy no se está dando con gran rapidez.

Las etapas de crisis primordialmente de carácter económico en el mundo, han orillado a los países a ejercer modificaciones en sus estructuras burocráticas que en su momento se creyeron insorteables para el mejor de los manejos en la administración pública. Estructuras de gobierno verticales han sido emblemas de una época, donde la flexibilidad no podía ser tomada del todo en cuenta. No obstante, tras la crisis fiscal de la década de 1980 en México y América Latina, al igual que en otros países del orbe, se buscaron nuevas soluciones al abanico de crisis presente (económica, política, social).

México en 1982 se vio incapaz de solventar los pagos de su deuda externa, lo que agravó la situación del continente. El hecho reflejó “la fase terminal de la época de desarrollo autocontenido y estatalmente protegido”, obligando a “reactivar la dinámica de los mercados libres y abiertos.” Sobrevino entonces lo que ya conocemos como el Consenso de Washington, con recomendaciones de disciplina fiscal, recortes al gasto público, privatizaciones, desregulación de la economía, entre otras medidas que dieron a luz al neoliberalismo económico (Luis F. Aguilar Villanueva, 2006, Gobernanza y gestión pública, FCE, p. 11-34).

Se optó así por achicar al Estado, reduciéndolo a su más mínima expresión y generando un debate interminable sobre la participación de éste en la economía. Se pensó que el adelgazamiento del pesado elefante transformaría el aparato burocrático en uno más eficiente y eficaz. No fue así. Tras el descalabro comenzó a surgir en la academia una nueva forma de pensamiento, es precisamente la visión de reforma burocrática (burocratic reform vision) la que Michael Barzelay describe en su libro Breaking Through Bureaucracy (1992).

Se argumentaba que los gobiernos más que poner su atención en los gastos públicos, debían hacerlo en los costos y beneficios de los programas gubernamentales. Con esta nueva visión enmarcada en la nueva gestión pública, se intenta establecer en los gobiernos la noción de funcionar en base a una clara orientación de servicios y clientes.

Se va desvelando un estilo de gobernar con un fuerte contenido de negocios, atendiendo además a la definición de negocio que remite a un quehacer o al trato de asuntos públicos o privados, según la RAE. Se trasladan de la empresa privada a la empresa pública los conceptos de valor, servicio, calidad, resultados, y desde luego el de productos. Discute Barzelay que un gobierno puede minimizar los costos de ‘producción’ de servicios públicos, mas si éstos poseen un “valor” irrelevante para el cliente (ciudadanos), la acción termina reflejando la ineficacia del public management.

En otras palabras, la nueva gestión pública y la visión de reforma burocrática, juntas proponen el perfeccionamiento de la administración pública dígase local, estatal, o federal. Ahora se busca satisfacer a los clientes representados por los distintos grupos sociales; hacer a los gobiernos de alguna forma a imagen y semejanza de una empresa privada, esto es más competitivo y productivo; que los altos ejecutivos -funcionarios- estén cada vez más sujetos a la voluntad ciudadana y a ejercer una rendición de cuentas reluciente (accountability).

Otros estudiosos en la materia coinciden con esto, e impulsan desde su ámbito de competencia nuevas formas de contrarrestar los malestares sociales derivados de formas actuales de gobierno. Se persigue de esta manera emigrar de un modelo burocrático a un modelo gerencial, con una visión totalmente distinta de llevar a cabo los negocios públicos, haciendo medible el impacto de cada una de las acciones emprendidas, de cada obra y programa por su número de beneficiados, evaluando y mejorando sus políticas públicas, y con esto respondiendo a la carestía de legitimidad en los gobiernos. Pese a todas las buenas ideas, aún falta romper las inercias y ver un cambio institucional que hoy por hoy no se está dando con tal rapidez.

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