miércoles, 25 de mayo de 2011

Sayula a través de El Mito de Sísifo

Habían pensado con algún fundamento que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza” (Albert Camus)

José Guadalupe Isabeles Martínez

Sísifo nos traslada a la mitología griega, hermosamente bella y profunda. No obstante, El Mito de Sísifo representa un ensayo filosófico del argelino Albert Camus, también famoso por sus obras mundialmente célebres tales como La Peste (1947), por citar apenas un ejemplo. Un buen o mal día, Sísifo es condenado por los dioses a cumplir un castigo. Sencillo. Sólo habrá de cargar una roca desde lo más bajo de una montaña hasta la cúspide de la misma. Cuando la roca inevitablemente caiga, Sísifo habrá de cargarla de nuevo. Así, por una eternidad.

Es el precio que tienen que pagar los mortales por las pasiones desatadas, se deja ver en el ensayo. Es fácil imaginar a Sísifo escalando la gran montaña. Ver lo tenso en cada uno de sus músculos, lo rígido de sus miembros para que la roca no vaya cuesta abajo. El sudor en su rostro refleja un inagotable cansancio. Otro estado mental llega cuando la tarea es conseguida. Hace un gesto mientras observa a la pesada roca desplomarse de nuevo. La tarea ha de ser realizada una vez más. Sísifo desconoce lo finito de las repeticiones, porque el tormento será eterno…

En México como en Sayula, Jalisco, las cosas parecieran tornarse como ese ambiente de Sísifo, un ambiente desesperanzador y absurdo. No diré malos gobiernos, tampoco buenos. La historia vista en el foco del tiempo nos enseña que merecemos mucho más de lo que tenemos. O, ¿a caso no somos dignos de poseer algo más elevado? En Sayula, aquellos indignos resultarían los gobiernos hasta hoy sufridos. Ellos no son merecedores de tanta súplica, no por su superioridad –que no hay ninguna-, sino por su lastimosa pequeñez.

Deseo creer que a lo que hoy asistimos es a una era llena de modificaciones y reivindicaciones históricas, para los mortales, profundas. Cambios radicales y trascendentales alguna vez pensados inciertos, imposibles e improbables. Simples sueños casi rayando en lo absurdo para unos, en la mentira para otros; configuraciones surrealistas que poco a poco van tomando su lugar pasando del crisol de la completa incredulidad a la maravillosa y resplandeciente realidad. Presenciaremos en este modo la apoteosis a tan angustiosa espera.

¿Es un absurdo lo que vivimos los habitantes de Sayula?, ¿cargar la pesada roca hasta la cima para que vuelva a caer una y otra vez infinitamente?, ¿creer en un gobernante, en el diputado, en otro y en otro para al final comprender que nos han traicionado sin remordimientos?, ¿vivimos el mito o la realidad? Ya no queremos creer, pero seguimos creyendo, cuando al final la esperanza desmoronada se diluye entre los dedos. Al igual que Sísifo conocemos el absurdo de vidas pasadas, los absurdos de hoy, nuestros absurdos. Misteriosamente nos aferramos a nuestra fe y es entonces que lo intentamos de nuevo. ¿Qué hacer ante los lamentos y los quebrantos? Valdría repensar el “eterno retorno” de Friedrich Nietzsche, y si todo volviera a ocurrir eternamente como hasta hoy, ¿haríamos algo diferente?

Reneguemos pues de nuestra realidad, maldigámosle hasta que ésta traspase la barrera y se convierta en acción y activo, tras haber ido a pensar que no es la única. Porque no estamos condenados al padecimiento de heridas perpetuas, ni a cargar tampoco con lozas de piedra convertidas en caprichos y berrinches ajenos. Me niego a pensar que hay aquí muchos soldados pero ningún guerrero como entre aquellos persas –creídos inmortales- que en la antigüedad combatieron a los victoriosos espartanos; rechazo que el respeto y el honor pueden seguir siendo burlados a diestra y siniestra; que el lugar para la debilidad se agranda invenciblemente; me rehúso a creer que aun y no habiendo elegido esta vida, este tiempo y este sitio, nos han sido otorgados sólo para vivirles mas no para transformarles.

PD. Jalisco es mi destino, y una tierra para echar raíces.

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