José Guadalupe Isabeles Martínez
No necesito decir por qué el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) es lo que es. El indiscutible liderazgo nacional e internacional que se ha logrado no es cosa de suerte. Su prestigio que cruza fronteras también se debe a que agrupa a los estudiantes de lo más selecto de este país y de otros. La condición socioeconómica del estudiantado es sin duda, singular, hijos de imponentes empresarios, alcaldes, gobernadores, senadores, deportistas, artistas, entre otros, se abren paso entre las aulas de todo el sistema, particularmente en Campus Monterrey.
No necesito decir por qué el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) es lo que es. El indiscutible liderazgo nacional e internacional que se ha logrado no es cosa de suerte. Su prestigio que cruza fronteras también se debe a que agrupa a los estudiantes de lo más selecto de este país y de otros. La condición socioeconómica del estudiantado es sin duda, singular, hijos de imponentes empresarios, alcaldes, gobernadores, senadores, deportistas, artistas, entre otros, se abren paso entre las aulas de todo el sistema, particularmente en Campus Monterrey.
Más allá de esta institución educativa de gloria para el Estado mexicano, el TEC de Monterrey hoy se cierne en medio de la incertidumbre, así como toda la nación. Hasta antes del atentado en que fueran asesinados dos estudiantes de posgrado del TEC, parecía que las autoridades institucionales del sistema nunca pensaban que esto les fuera a pasar, era algo inimaginable, “cómo, si somos el TEC de Monterrey.” No fue así, el 19 de marzo 2010 se convirtió no solo en un atentado que consumó las vidas de dos estudiantes de una universidad privada, sino en un atentado contra el segmento estudiantil de todo México. En lo sucesivo esto ha pasado a ser un atentado indiscriminado contra la sociedad mexicana en general, contra el destino de la nación.
La burbuja se rompió, ya no éramos más los intocables. El hecho sin precedentes fue sembrando el miedo en la comunidad estudiantil, en particular en medio del estudiantado del Campus Monterrey donde las muertes tuvieron lugar. Cuando arribé a este campus, procedente de Campus Guadalajara, había un número alrededor de 19 mil estudiantes; hoy, casi 3 años después la matrícula se ha reducido aproximadamente a 17 mil, según información oficial. Para el ciclo escolar de agosto a diciembre 2011, se espera todavía un fuerte declive en las inscripciones a los diversos programas educativos.
En el sentido de las cifras, el Instituto se ha mantenido siempre con bastantes reservas. No se sabe a ciencia cierta cuántos hombres y mujeres componen Campus Monterrey, por cuestiones de seguridad, por citar un ejemplo. Hay también mucha opacidad aquí adentro, no hay transparencia, pese a que comúnmente se realizan conferencias magistrales y masivas sobre el derecho de acceso a la información o sobre tópicos muy relacionados. Sin embargo en el sistema ITESM no se practica una democracia real, tanto como no lo es la Universidad de Guadalajara u otras públicas. Cierto es que hay mecanismos de participación internos, que se traducen en niveles de democracia o justicia estudiantil. Habría que debatirlo.
En un entorno donde la violencia ha impactado la matrícula estudiantil drásticamente, a pesar de que no se sabe exactamente el porcentaje, podemos darnos una idea de la magnitud de la problemática. La gente tiene una imagen grotesca de Monterrey, hasta cierto punto distorsionada y magnificada por el sensacionalismo que infunden medios de comunicación. Y no es que los hechos no sucedan, pero es casi de lo único que nos alimentan en televisión, radio, etc. La vida en Monterrey no se ha paralizado, por el contrario, sigue en pie de lucha.
En ese tenor se anunció recientemente el despido –de parte del rector del Campus Monterrey, David Garza Salazar- de 300 personas del aparato administrativo. Trascendió en medios de comunicación locales que no se tocaría a la planta de profesores. Sin embargo, extraoficialmente se ha manejado que el recorte de personal alcanzaría 1 mil personas en el campus, lo que abarcaría también a los maestros.
Días después del anuncio oficial –acelerado porque el rumor ya había llegado a medios de comunicación y periodistas que sin temor lo divulgarían, poniendo en mal al Campus Monterrey- se comenzó (o continúo) con los despidos. El clima entre profesores, administrativos, y personal del más bajo ingreso era algo hostil. Nadie sabía nada. Los despidos estaban siendo notificados por correo electrónico apenas un día antes de que surtieran efecto. También se expresó que se estaba recomendando a estos empleados a otras empresas para que siguieran contando con un ingreso, además de estar siendo liquidados con un par de meses de sueldo.
La reestructura del sistema TEC que se anunció luego de la renuncia del rector general Rafael Rangel Sostmann, estableció 4 pilares fundamentales: el Tec de Monterrey, la Universidad Virtual, la Universidad Tec Milenio, y las escuelas de salud e institutos médicos. La nueva estructura organizacional comenzó a redefinirse, empero no ha terminado. Recientemente, aunque no se anunció con bombo y platillo, se dio a conocer la desaparición de las divisiones, como fue la División de Humanidades y Ciencias Sociales. Ahora la Dra. Lucrecia Lozano directora de dicha división desconocía si mantendría o no un lugar en la Institución.
Muchas áreas estratégicas han sido eliminadas del mapa tradicional de la organización. Dichos cambios tienen como objetivo, en parte, eficientar los procesos internos, ahorrar dinero y sanear las finanzas de la institución en tanto los recursos económicos por concepto de colegiatura han a todas luces caído (por la crisis de inseguridad y la económica que priva en el país y el mundo). Lo peor es quizá que lo seguirán haciendo.
Una de las críticas que se han hecho, es que se están recortando a personas que tienen sueldos de 5 o 10 mil pesos, pero la optimización de recursos que se persigue, no está alcanzando a los más altos cargos del TEC de Monterrey en su conjunto. Como siempre, la crisis la vivirán los de abajo, no los de arriba que más y mejores beneficios poseen.
Hace unos días autoridades judiciales detuvieron a dos directivos de CEMEX (cuyo presidente, Lorenzo Zambrano es titular del Consejo del TEC) en Veracruz, y fueron sancionados por incumplir las especificaciones de un cliente en la construcción de una losa. El costo de la obra ascendía apenas a 90 mil pesos. Si en esto incumplieron por “reducir sus costos” –o valdría cuestionar entonces por qué-, ¿qué no podrán hacer en obras de mayor alcance?
¿A dónde llegará el TEC con tanta reestructura?, ¿seguiremos siendo líderes?, ¿afectarán los recortes de personal la calidad de la educación que aquí se recibe? Cabe decir que ante la entrada de las vacaciones de verano, lo que se espera es que los despidos se acentúen y generalicen, en un periodo en que la mayoría de los estudiantes no se encuentran en el campus, cuando la actividad académica ocupa niveles bajos. Sin duda, muchos estudiantes a su regreso en agosto 2011, se encontrarán con grandes y quizá no muy gratas sorpresas.
Como es de esperarse, de todo este proceso han sido ajenos los estudiantes y en cierta medida igualmente profesores y administrativos. ¿Quién tiene el poder de hacer algo al respecto? Más que los profesores son los estudiantes, porque son éstos o sus padres quienes pagan las colegiaturas que ascienden a alrededor de 70 mil pesos semestrales en nivel profesional.
Porque el problema se funda en tanto no se conoce cuáles serán las repercusiones de la reestructura que ahora enfrenta en general todo el sistema y en particular Campus Monterrey. Sin embargo, y como lo dije en su momento, si los estudiantes del TEC fallaron en manifestarse auténticamente (sin la mano de la autoridad estudiantil) ante los asesinatos de sus compañeros, puede predecirse el mismo comportamiento pasivo en lo que sin duda tendrá un impacto en la calidad de la educación y servicios que se pagan en la misma colegiatura. Triste saberlo, porque aquí, están los desafíos.
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