Con su muerte, el nombre de Osama bin Laden y su historia, serán siempre relacionadas con aquella de Barack Obama
Larbi Sadiky
(Traducción: José Guadalupe Isabeles Martínez)
Al Jazeera.- Middle East.- Obama y Osama. Dos nombres que a partir de ahora se juntan.
El cazador, Obama, es el líder de la nación más poderosa y temida sobre la tierra.
Osama, el cazado, fue el líder de un Estado sin frontera –un actor no-Estado- y probablemente la asociación político-religiosa más temida en el mundo moderno desde el surgimiento de los asesinos (Hashashin) Isamaili entre los siglos 11 y 13.
Obama y Osama pueden rimar, pero esa no es su correlación.
El síndrome Pygmalion
Un pygmalion reside en ambos. Ellos son hasta cierto punto, escultores.
A su vez, estos dos escultores, Obama y Osama, son ejemplos de cómo hombres extraordinarios – cuando son golpeados por el poder de las ideas, ideales y sueños, independientemente de la causa – van hacia adelante haciendo escultura su Galateas – sus estatuas, borradores, o marionetas.
Cada uno está enamorado de su visión estatutaria, un conjunto de ideas y sueños a los que han tratado de dar vida.
De otro modo, ¿cómo pudiera uno explicar por qué un hombre posee ninfas, Bentleys, yates, y todo lo que el dinero pueda comprar que opta por lo ilusorio –para parafrasear a Marx- recompensas del más allá?
Osama pudo haber optado por el estilo de vida de Al-Walid bin Talal. Esto es parte de su rompecabezas. Tiene que ser el poder de la fe.
No, a diferencia de Osama, en complexión y “alteridad”, Obama deslumbra. Un ciudadano estadounidense por excelencia, se eleva para ocupar la Casa Blanca.
Ni su color [de piel] ni sus raíces paternas, ni posiblemente su identidad islámica suprimida, han detenido que él sea el maestro de esta escultura y obra de arte política de sí mismo y lo público.
Obama y Osama como íconos
Ellos son, sin embargo, icónicos por distintas razones. Ambos, inevitablemente están construidos en una variedad de discursos. Lo que es construido es también de-construido de acuerdo a su propio sesgo.
En verdad, los dos hombres pertenecen a dos mundos opuestos diametralmente así como a perspectivas distintas. Pero ambos son constructos sociales y su estatus icónico evoca un espectro de sentimientos humanos que van del amor al odio, de la admiración a la suspicacia.
Solo muy recientemente, Obama ha tenido que defender su calidad de “estadounidense” a quienes dudan, y más recientemente su nacimiento en respuesta a Donald Trump.
Cuando la “Guerra Santa” fue defendida en la guerra por poder de Reagan en contra de los antiguos soviéticos en los campos de asesinato de Afganistán, Osama fue orgullosamente abrazado como un héroe saudi.
Después del 9/11, fue repudiado, y su linaje yemeni marcó un nuevo discurso encaminado en reinventar, o reescribir la identidad de bin Laden.
Ambos hombres observaron necesario traer vida a su respectiva Galatea. Para Obama sus principios medulares son una mezcla de izquierda y derecha, centrismo y progresismo, atado al liberalismo.
La Galatea de Osama es una escultura cuyo marfil es una escatología y explicación plateada con la interpretación del Islam de Salafi-Wahhabi.
Arqueología del poder
Más allá de Pygmalion o Narciso, Obama y Osama comparten una visión realista de cómo el poder es ejercido.
Como resultado, el Estado de Obama y la base infundada de Osama (literalmente “Qaeda”) sin vergüenza despliegan la violencia. Ambos están de esta manera enamorados con una Galatea atrapada en una arqueología de muerte y creación de guerra que no se puede detener.
Más allá de quién sea víctima o culpable, ambos son víctimas de los ideales y las ideas de las cuales están enamorados, y en su búsqueda – una trascendencia piadosa o la deidad de modernidad y capitalismo- ellos construyen mitos, guardias, armas y lenguajes para hacerlos coincidir.
Estos son los ornamentos del poder con los cuales ellos mismos adornan sus Galateas.
Es verdad, Osama es culpable de asesinatos masivos. Las 3 mil vidas asesinadas atrozmente, y los errores de lectura del Islam confunden al shiísmo y al sunismo.
Aquellos musulmanes quienes celebran los actos de bin Laden (sic) sobre asesinatos masivos, son culpables por asociación. Los doctores del Islam deberían haber declarado la era del terror entre el Islam y la morada de los no-islámicos, como nula y sin fundamento en el Corán, o en mucho una explicación o interpretación en diversas escuelas del pensamiento islámico.
La Galatea de Osama fue esculpida convenientemente, con un amor del ideal por la “defensa” de la “Umma”, la comunidad global islámica.
Para tal fin, él esculpió, no un objeto de amor, pero tal vez algo contra la barbarie pero a la vez contra la barbaridad que él piensa a los capitalistas, los secularistas y sus clientes se amontonaron en su “Umma”, como si él fuera el “comandante de su fe.”
Obama, comandante en jefe de oficio, otro tipo de fe, puede no ser tan culpable como su predecesor en las violaciones grotescas de los derechos humanos en Irak y Afganistán, pero él esculpió su propia barbarie más allá de los mitos reunidos (para el país, la soberanía, los compatriotas, Dios, el liberalismo, la democracia) – una marca de “amor” – en el nombre de la civilidad.
Los países tuvieron que ser invadidos (bajo el gobierno de Bush) y mantenidos por Obama, un sistema de encarcelamiento tuvo que ser inventado (la bahía de Guantánamo), que también continuo bajo el gobierno de Obama – y una guerra sin sentido contra el “terror”, cuyos autores los neoconservadores , sostuvieron, en el nombre de una idea similar de amor al país y su santidad.
Contemplar, no celebrar
Muchos musulmanes celebraron cuando Osama infligió dolor en Estados Unidos. Eso estuvo mal. Muchos más no lo hicieron. Hoy los roles se invierten: los estadounidenses celebran mientras las noticias sobre la muerte de Osama se hacen pública.
El asesinato de Osama era un secreto que la administración de Obama supo esconder muy bien hasta después de la boda británica de Will y Kate.
Los ciudadanos estadounidenses son libres de celebrar cuando ellos quieran. Pero también están presentes con una oportunidad de contemplar. Las vidas estadounidenses –haciendo a un lado los números- deben ser colocadas en términos de valor en función de igualdad de condiciones con todos los humanos sin importar su color, etnicidad, nacionalidad o credo.
Cuando sus gobiernos electos apoyan a dictadores –Mubarak, Ben Ali, Abdallah Al-Saleh, incluso Gaddafi- los arman, les protegen con legitimidad que no merecen, y los financian, ellos mismos deben contemplar las consecuencias de los gobiernos que democráticamente colocan en la Casa Blanca.
De esas consecuencias, los regímenes de tortura, las muertes, exilios, exclusiones, guerras por el poder –en Gaza y Líbano, la invasión de Iraq y el hecho de atender regímenes secretos, vuelos de entrega, encarcelamientos – de los cuales los estadounidenses son culpables directamente o por asociación en el asesinato de vidas no-estadounidenses.
Su celebración puede ser más significativa solo si prestan atención a la maldad de la indiferencia o la ignorancia de sus sucesivas administraciones electas, con grados variables y bajo circunstancias distintas, de los actos cometidos en el nombre de mitos que ellos aprecian y aman, pero sobre los que raramente reflexionan.
La celebración de los enemigos caídos – sin la auto reflexión – puede no ser más valiosa que celebrar una victoria en un partido de futbol americano.
No más Osama, Osama no es el Islam
Las revoluciones árabes irrumpieron y triunfaron en Túnez y Egipto, parcialmente enterraron la Galatea de Osama. Hasta cierto punto demostraron en una forma vivaz, que la “morada del Islam” no está sedienta de sangre sino sedienta de libertad.
Pero ahora Osama yace como un cuerpo sin alma, como un trofeo, que ya ha sido desfilado como un símbolo de una victoria hueca. Otro cuerpo en medio de incontables muertes dentro de una arrogancia sin sentido y duelo en donde no hay inocentes.
La muerte de Osama debería – y uno reza porque así sea – dar a árabes y musulmanes un indulto al caos y la violencia, y un momento para hacer un balance de que los viajes de Osama les entregó a ellos en contra de los soviéticos, pero los encadenó a sistemas de lenguaje, encarcelamiento, perfiles y violencia que ni ellos ni EU y sus aliados podrán alguna vez ganar.
En su lugar ahora hay fuerzas y voces del Islam que están empujando las fronteras de la libertad a su más lógica conclusión: un Islam de amor con las nuevas concepciones de la Galatea – de tolerancia, buen gobierno, trato humano a los conciudadanos, gobierno transparente, competencia libre y justa, política de género amigable, y rebanadas justas del pastel económico. Para mostrar que los musulmanes están enamorados con un Islam hermoso.
En su lugar encontramos a Essam El-Iryan, Abd Elmounim Abou El-Futuh y a Mohammed Mursi, entre otros, sugiriendo posibilidades para el vínculo entre el Islam y la visión de política desde una perspectiva musulmana.
No un final sino un nuevo comienzo
Por ahora, un capítulo ha sido leído en el libro de las relaciones árabes-estadounidenses. En este capítulo Obama asesinó a Osama.
Para Osama, como está escrito en el sano Corán: “Di: el ángel de la muerte se encargará de ti, tomará (debidamente) tus almas. Entonces serás traído de regreso con el señor.” Ahí espera su juicio.
Para Obama, él mató a Osama –legalmente o no ese no es el punto.
El punto es que este momento formará una etapa significativa solo si a los fantasmas del odio, la arrogancia, y la violencia se les permite descansar –con Osama – y a la bruja cazadora sin final para el musulmán terrorista sin tiempo u Osama reencarnase, esto será reflejado por el bien de una reconciliación y curación colectiva – una Galatea colectiva es esculpida de nuevos futuros, nuevo entendimiento y nuevas posibilidades…
Larbi Sadiki es un profesor y conferencista en política de Medio Oriente, en la Universidad de Exeter, y autor de “La democratización árabe: elecciones sin democracia” (Oxford University Press, 2009), y de “La búsqueda por la democracia árabe: discursos y contra discursos” (Columbia University Press, 2004), próximamente publicará “Hamas y el proceso político” (2011).
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Traducido del título original: The mythos of Obama and Osama.
Twitter: @joseisabeles
Skype: isabeles5
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