“Una mentira repetida mil veces, tarde o temprano se volverá una verdad”, palabras más palabras menos, atribuibles a Joseph Goebbels, ministro de propaganda nazi, que aplica sin titubeos al caso electoral mexicano de 2006, donde harto se ha expresado: “hubo fraude”, lo paradójico es que desde entonces nunca lo pudieron demostrar. Asombrosamente muchos mexicanos empezaron a creer que lo hubo. El Holocausto es otra de esas experiencias de las que tanto se ha afirmado son auténtica verdad, mas dejan entrever por todos lados el arte del engaño.
La industria del holocausto: reflexiones sobre la explotación del sufrimiento judío (2002), de Norman G. Finkelstein, es una obra que expone los abusos de las organizaciones judías, y cómo han amasado grandes usufructos con la explotación del verdadero sufrimiento de sus propios muertos víctimas del nazismo y de aquellos que aún viven.
Ciertamente, muchos judíos lograron hacerse de apoyos económicos vitalicios después de la Segunda Guerra Mundial y posteriormente a la creación arbitraria del Estado de Israel en lo que por generaciones había sido habitado por palestinos (1948). Sin embargo, este libro demuestra que el Holocausto ha servido para vender la idea al mundo de que los judíos siempre han sido ‘víctimas’ por doquier, a través de un menú extenso de películas, documentales y cátedras universitarias, donde nada se dice del medio millón de gitanos que fueron muertos también por Hitler, entre otros.
Consentimos el argumento de John Stuart Mill, de que las verdades que no se someten a una revisión continua terminan por “dejar de tener el efecto de la verdad al convertirse en falsedades…” (p. 12). Esto ocurre con el Holocausto, dado que se ha vendido como único y fidedigno, cuando pesan sobre él grandes sofismas. Si algo admiro de los judíos es su capacidad y visión por organizarse y conseguir propósitos globales, obteniendo beneficios en un mundo plagado de ‘enemigos.’
El problema es que no se les puede decir que el genocidio hitleriano judío no fue ‘excepcional’, como tanto defienden, aunque tuvieron lugar muchos otros holocaustos antes que ese (como la hecatombe del Congo donde unos 10 millones de africanos murieron). Menos se puede comparar su caso con que “el sistema financiero internacional mata cada año a más personas [por hambre] de las que perecieron en la segunda guerra mundial” (sic), en palabras de Ken Livingstone (p. 52).
¿No es raro que en Estados Unidos exista un Día Conmemorativo del Holocausto, o un museo dedicado especialmente a ello, pero nada semejante relativo a los nativos exterminados en su propio país, ya no decir de los esclavos afroamericanos? ¿No le parece una afrenta y despropósito de proporciones impúdicas? Por si fuera poco, el presupuesto anual de dicho museo en Washington “es de cincuenta millones de dólares, treinta de los cuales salen de arcas federales” (p. 80-81).
Hasta hoy, Alemania ha pagado unos 60 mil millones de dólares en indemnizaciones a organizaciones judías, y ello se ha logrado gracias a la complicidad y presiones estadounidenses. Pero es que hablamos de un descaro compartido, dado que EU dejó 4-5 millones de muertos en Vietnam, ya ni hablar de las pérdidas materiales. Para esto, el Presidente Jimmy Carter “se negó a pagar ninguna indemnización”, aduciendo que “la destrucción era recíproca” (p. 93).
Aunque se habla de unas 6 millones de muertes judías en el nazismo, Finkelstein ha encontrado que tales cifras se vuelven insostenibles. Cuestiona el número de sobrevivientes que era de unos 100 mil a mediados del siglo pasado (p. 155), pero en las reclamaciones que inexplicablemente siguen haciendo los judíos, por ejemplo, a los países ex soviéticos, los números pierden toda proporción. Y ni pensar que alguien en Europa desee investigar sobre el caso, porque hasta a la cárcel va a parar.
Esta es la historia oficial de la que somos parte, donde EU defiende lo indefendible, y arrecia críticas hacia quienes no son condescendientes ante él, pero perdona todo a aquellos que como el gobierno israelita violan sistemáticamente los derechos humanos de una población indefensa como la palestina, perpetrando en estos momentos lo que ya ha sido bautizado como el “Holocausto israelita sobre Gaza.”
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