miércoles, 21 de julio de 2010

De magia y tradiciones


Por: José Guadalupe Isabeles Martínez.

En esta pequeña ciudad, tal como en las principales megalópolis del país, el centro o plaza pasó a convertirse en ícono de identidad. Todas tienen un edén central o algo parecido, unos verdaderamente hermosos, otros que luchan incansablemente por ganarse el nombre. Todos, incluido este pueblo, tienen al lado del jardín, su templo, para muchos ecuménico. Caso contrario es excepción. Custodiado, entonces, a un lado tiene al gobierno y al otro la religión.

El fundador de esta ciudad, Alonso de Ávalos, en 1522 alcanzaría el terruño pasando a fundar lo que aún hoy conocemos como la Provincia de Ávalos. No obstante, aquella tierra repleta de sueños desapareció, o si se quiere, sufrió una clara metamorfosis kafkiana, aunque los sueños hayan quedado pulverizados y hasta enterrados (no así muertos) por este lugar. Prueba de ello es Sayula, que como la otrora capital de la provincia, en 2022 cumplirá 500 años de existencia. Aunque sus sueños y anhelos, hoy libren una batalla terminable, no así cruenta.

Muchas son las tradiciones heredadas por el linaje de esta ciudad, llena de magia y tradiciones. Vistas como fines en sí mismas, fueron promulgadas para trascender en compañía de otras generaciones. Con el tiempo, tales cosas van perdiendo su lugar, siempre que así lo quiera el morador. Tradiciones aparentemente simples pero tan valiosas y singulares en el fondo, son remplazadas con el arribo de nuevos usos y costumbres globalizadores, marcando nuevas formas de llevar la vida.

Caminar por el jardín principal es uno de los tantos rituales, de esos que la gente solía adorar los fines de semana o domingos. Primero se iba a misa, eso sí. Después a caminar. En Sayula, el piso firme del jardín así como aquél en que son asentados sus portales, eran tapizados por cientos de pies niños, jóvenes y familiares disfrutando de los sacros paseos dominicales. Hoy el asunto ha cambiado.

Aunque parezca que el cambio no ha sido de ciento ochenta grados, sí se observa que aquellos que apenas el siglo pasado dejaban las suelas sobre su edén, hoy lo que dejan son las huellas, pero esas de las llantas del coche o camioneta. Si antes veíamos un varón cortejando una dama al dar la primera, segunda, y sólo ellos sabían cuántas vueltas; hoy se les aprecia desde esas estructuras metálicas con ruedas. Para abonar a nuestra pérdida, el varón seguramente ha dejado de serlo, ¿y la señorita?, ni que decir.

“Pagano” es la palabra que se puede elegir, el calificativo transformador y afianzador del cristal profano de nuestra endeble realidad, el mismo espejo que a cada morador se le va reventando en las manos, porque simplemente era demasidado frágil para eternizarse. Hoy el presente nos devuelve en la propia cara muchas de las soluciones a nuestras quejas. La reivindicación de tradiciones como éstas, donde la cultura que no se antoja finita, será piedra angular de nuevas sociedades. Nada nos falta, excepto volver a abrazar nuestras verdaderas e íntimas tradiciones, desnudando la magia en cada una de ellas.


El escrito anterior, ha sido elaborado para un suplemento del periódico El Juglar, en Ciudad Guzmán, Jalisco y la región Sur del estado.

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