lunes, 28 de junio de 2010

Reingeniería al sistema político


El 15 diciembre 2009, el Poder Ejecutivo del Estado, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, envió al Congreso una iniciativa que incluye un decálogo de reformas que modificaría sustantivamente la vida del sistema político mexicano. Diez puntos intentan cumplir con quienes más demandan acciones afirmativas de todos los niveles de gobierno, pero que no obtienen respuestas trascendentes: los ciudadanos.

La reforma política incluye (1) la elección consecutiva de alcaldes, regidores y jefes delegaciones, (2) reelección de congresistas federales y locales, (3) reducción del Congreso, (4) aumentar los votos necesarios para que un partido conserve el registro, (5) iniciativa ciudadana, (6) candidaturas independientes, (7) elección presidencial por mayoría absoluta, (8) iniciativa –de ley- de la SCJN, (9) iniciativa preferente y, (10) veto parcial -por el Ejecutivo federal- de leyes y presupuesto de la federación.

La República requiere de una vasta reingeniería impostergable, no únicamente esta reforma, sino la laboral, energética, educativa, entre otras, pero todas estructurales y para las cuales se debe acelerar el proceso. Los retos del siglo se aprecian apabullantes, mas no irrealizables. El punto es que el país no puede inmovilizarse más, y no es cuestión de visión, sino de voluntades.

Desde el siglo pasado el funcionamiento del aparato institucional ha sido sub óptimo, y en una frontera de posibilidades de producción, la fábrica estatal no ha alcanzado sus máximos, mientras el ejercicio del poder se exacerba y no conoce de límites. Foros de discusión inician en medio de la parafernalia y el protocolo del establishment político-gubernamental, mientras la duda se posiciona al término de estos. ¿Es la reingeniería del sistema materializable en el corto plazo?

La oposición en el Congreso ha manifestado desde el principio un rechazo inútil. En tanto, la Secretaría de Gobernación (SEGOB) defiende e impulsa el decálogo como una reforma es innegable e imperiosa. Las candidaturas ciudadanas permitirán que un ciudadano sin partido contienda para cualquier cargo de elección popular. El punto siete es valiosísimo, pues obligaría al candidato presidencial a obtener al menos 50% de la votación para ser presidente (en 1ª o 2ª vuelta). La iniciativa ciudadana, que faculta al mexicano ordinario a presentar reformas incluso constitucionales, no deja de tener mérito.

Sería bueno introducir la figura de “moción de censura” en dicha reforma, que consistiría en que, al momento de mostrar nula disposición al trabajo legislativo (léase toma de tribunas por ejemplo) sobre cuestiones inexcusables, del Congreso, parte de él, o bien del Ejecutivo, una de las partes interponga la moción para que la maquinaria legislativa continúe produciendo, y el país no se paralice como ocurre habitualmente.

Aquí no se defiende el decálogo presidencial, pero sí la esencia expresada en el empoderamiento del ciudadano y su responsabilización igualmente del gobierno. Todo es perfeccionable, pero no se vale continuar mandando a la trituradora, propuestas que harían de una “democracia imperfecta”, como dijera el autor de La fiesta del chivo (2000), Mario Vargas Llosa, un sistema y actores políticos más maduros y serios con la nación.

Correo: joseisabeles@hotmail.com
Opinión Virtual: www.youtube.com/joseisabeles
 
Publicado en marzo 2010 en: http://www.sayulatimes.com/, Sayula, Jalisco, México

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