jueves, 13 de enero de 2011

El tiradero regiomontano

Por José Guadalupe Isabeles Martínez

Las sociedades que se atascan incluyen sistemas de creencias e instituciones que no logran enfrentar y resolver nuevos problemas socialmente complejos” (Douglass C. North)

¿Quién es el responsable del desastre interminable en Monterrey y toda la entidad neoleonesa? A caso ¿el gobernador emanado del PRI, Rodrigo Medina de la Cruz?, ¿el presidente de la República?, ¿lo es Fernando Larrazábal Bretón en Monterrey? ¿Quién? Y es que los acontecimientos que tienen lugar en Monterrey y su zona metropolitana, aún no permiten sosegar a una población que poco a poco se adormece por completo.



Muchos intelectuales de las más prestigiosas universidades del país, incluidas las de Monterrey, acusan entre la cuatro paredes de sus aulas –pero no necesariamente más allá–, que la culpa la tiene el Ejecutivo Federal. Una “guerra absurda” le llaman algunos, otros más exclaman ¡no más sangre! Muchos aplaudieron al inicio el combate antinarcóticos, hoy simplemente lo rechazan, ¿ya no nos gustó?

Mientras entre sus recomendaciones de viaje al extranjero, el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación de España, señala a la ciudad de Monterrey como una zona de riesgo o en otras palabras, lugar que “debe ser evitado” a toda costa, aquí el Gabinete de Comunicación Estratégica (GCE) realizó una encuesta que desnuda que 82 por ciento de los mexicanos sienten que hoy hay más violencia en el país que hace un año; 45.8 por ciento considera a la autoridad el principal responsable de la violencia, frente a 36 por ciento para los delincuentes (Encuesta de opinión, Violencia y Narcotráfico 2011).

Cuando se les menciona un pacto de alto al fuego a los encuestados, y se les pregunta “¿qué se le podría ofrecer a cambio [a la delincuencia]?”, 41.5 por ciento expresa que “protección para sus familias.” No deja de hacernos fruncir el ceño la doble moral de muchos mexicanos.

En tanto Nuevo León se vuelve cada vez más disfuncional, es de llamar la atención que los acontecimientos tengan lugar en una entidad priísta como lo es ésta. ¿Por qué no un combate en Jalisco –por cierto panista– de modo tan agresivo como aquí? Hay que dudar, aunque cualquier especulación no pasará de eso.

Solamente el frío extremo de cero grados en estos días, mermó poco, muy poquísimo las agresiones entre gatilleros y autoridades locales y federales.

Es muy cierto también que el desafío impuesto por los pistoleros a los gobiernos mexicanos, donde se llega a presumir un potencial de fuego mayor que el de las autoridades, así como a través de videos difundidos de balaceras que más que espectaculares lo que reflejan es vergüenza para todos; el sensacionalismo difundido por los medios -independientemente de que los hechos sean cosa real-, eso y más ha incentivado que ahora cualquiera consiga una pistola y se ponga a robar camionetas cuando alguien está despachando gasolina en la estación, o a amedrentar a los automovilistas con pistola en mano si éstos les tocan el claxon.

La aceptación social que ha alcanzado lo exultante de la cultura narco, ha continuado socavando los adeptos a las instituciones del Estado. Instituciones que como señaló Douglass C. North al recibir el Nobel de Ciencias Económicas (1993), constituyen reglas que en sociedad dan forma, limitan e incentivan o no la actividad humana. Instituciones que afectan positivamente el desarrollo de un país si éstas son buenas y están sanas.

Lo que está más que claro es que las instituciones mexicanas no han logrado modificar positivamente y para beneficio del país ni a las organizaciones formales ni informales que existen en México, y por el contrario, éstas han terminado por moldear a su antojo a las instituciones públicas del Estado.

Opinión Virtual: www.youtube.com/joseisabeles

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