jueves, 17 de febrero de 2011

Temas de Interés


Lic. Arturo Fernández Ramírez

Indudablemente el caso de la reconocida y respetada periodista Carmen Aristegui demuestra de manera clara e irrefutable que en México en realidad no existe una verdadera Libertad de Expresión como una garantía constitucional y un derecho fundamental del ser humano.

Si al principio del despido de Carmen Aristegui se especulaba que todo había sido orquestado desde los Pinos, aunque de aquí lo desmintieron en forma inmediata, ahora no queda la menor duda de que efectivamente todo salió de ahí.

El pronunciamiento de Aristegui sobre su salida del noticiero televisivo, no podía ser menos claro, preciso, contundente ni valiente, todo acorde a la estatura de Aristegui.

Señala, entre otros aspectos interesantes: “¿Cómo es que pudieron elevar, desde Los Pinos, el grado de exigencia pidiendo casi la humillación por un hecho absolutamente sobredimensionado? ¿Cómo es que a un empresario a quien tenemos como decente lo llevaron a comportarse de esta manera? ¿Cómo pudieron lograr que se sintiera obligado a tal punto como para exigirme la lectura de una carta –obviamente no escrita por mí, en términos que me eran ajenos y que por supuesto no empataban con lo que dicta mi conciencia- para calmar la ira presidencial?

Una exigencia de la lectura indigna de esa carta que quien me lo formuló sabía de antemano que yo la rechazaría. Se llegó a ese extremo por el grado de vulnerabilidad en el que quedan quienes tienen negocios o concesiones en el mundo de las telecomunicaciones y los medios de comunicación.

En este caso hay un conjunto de concesiones en juego y la resolución final sobre lo que pase con ellas se encuentra en el cajón del presidente.

Lo que debería ser técnico, jurídico y legal, en realidad es un asunto político y discrecional. La aprobación que ha pasado por todos los filtros legales y técnicos está sujeta a los poderes dominantes en las telecomunicaciones cuyo poder desmedido impide la entrada de nuevos competidores y a los que existen les hace la vida imposible.

Persiste hasta nuestros días, un elemento que condiciona y distorsiona la relación de los medios con el gobierno que es la discrecionalidad política en la toma de decisiones en materia de refrendo y otorgamiento de concesiones en el ámbito de las telecomunicaciones. Es esta una de las razones fundamentales por las cuales en México no se despliega a plenitud un derecho fundamental como la libertad de expresión.”.

Y más adelante precisa: “no sirve mucho a la democratización de los medios de comunicación condenar la censura por un hecho como este, al mismo tiempo que se coexiste con leyes que podrían y deberían ser modificadas en beneficio de toda la población y no de unos cuantos… Se trata del debilitamiento del Estado y de sus instituciones por virtud de una supeditación política que parte desde el presidente de la República, atraviesa las Cámaras, amplias franjas del Poder Judicial, órganos reguladores a manos de nuevos poderes informales o fácticos que han logrado imponer su lógica de chantaje e intimidación, que los ha llevado a niveles de audacia y en un cálculo de poder, para sustituir –por lo menos parcialmente a poderes de la República.”.

Antes de concluir su pronunciamiento, Aristegui sentencia: “Como nunca en la historia del Estado mexicano se han dejado crecer a estos poderes en México que han llegado al punto. A la osadía diría yo de querer también apropiarse de la propia presidencia de la República”.

De lo anterior se pueden obtener de manera inobjetable las siguientes deducciones: Primero, no existe ningún avance en la supuesta democracia que vivimos porque la censura está en auge. Segundo, lo más lamentable es que la censura provenga de quien se supone debe impulsarla. Tercero, se confirma la existencia de los poderes fácticos que se han apoderado de la Presidencia de la República, es decir, del poder político de México. Cuarto, estos poderes fácticos doblegan a toda la clase política. Quinto, de nada sirvieron las reformas electorales hechas después de las elecciones fraudulentas del año 2006 para acotar estos poderes fácticos. Sexto, se confirma que la elección presidencial de 2012 será manejada por este mismo grupo e impondrá de nueva cuenta al próximo Presidente de la República.

Y así podemos seguir deduciendo más cuestiones que vivimos pero que muchos preferimos ignorar. El caso de Aristegui debe ser analizado en su justa dimensión, no podemos seguir siendo apáticos, no se puede circunscribir a una persona, a una periodista con prestigio, es algo mucho más que eso. Se trata de nuestro sistema político, el cual necesariamente debe cambiar, pero de todos depende el cambio. O Usted qué opina estimado lector.

Comentarios y sugerencias al correo electrónico arturferam@hotmail.com

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