LPL José Isabeles
En el México del nuevo siglo, el país se encuentra inmerso en un mar de necesidades políticas. Ante la practicidad del día, mucho de lo que importa a los partidócratas es ganar elecciones. Ambición legítima pero desvirtuada cuando de la ambición emerge la avaricia por triunfar electoralmente. Quedan de lado los acuerdos, las políticas nacionales y transexenales. Queda de lado el país.
El senador Manlio Fabio Beltrones Rivera (PRI), presentó en sesión del 14 de septiembre 2011 del Senado de la República, la Iniciativa de Reforma “Gobierno de Coalición”, que facilitaría que un gobierno que se instale, tenga un instrumento “suficiente, debido, capaz y constitucional” para lograr las grandes e inaplazables reformas. Plantea la necesidad de edificar un nuevo régimen que permita “fundar un proceso duradero de reconciliación nacional que estimule el desarrollo y el crecimiento económico.”
La iniciativa de reforma señalada haría posible, según el propio senador, “discutir menos y acordar más.” La formula de un gobierno de coalición, posibilitaría que un gobierno a instalarse tras la elección, cuente con un instrumento alternativo para gobernar aun y habiendo obtenido menos del 50 por ciento de la votación. No se trata, dijo claro, de “disminuir las facultades del presidente de la República” sino de garantizar que en el futuro tenga herramientas para pactar y acordar políticas sujetándose a cumplir responsablemente sus facultades.
Se ha dicho con certeza, que desde que el PRI perdió la mayoría contundente en el Congreso de la Unión (1997), se ha dado una suerte de pulverización de los bloques partidistas en legislaturas federales, lo que ha impedido consolidar las grandes decisiones. En ese sentido y ante nuevos cambios se hace necesario atender las transformaciones institucionales de este México.
Un gobierno de coalición haría posible la ejecución de estrategias clave para el desarrollo del país, avaladas por, digamos, PRD, PRI y PT, en un escenario donde el gobierno federal pudiera ser (supongamos) panista.
De elegir el Ejecutivo Federal gobernar por coalición, las directrices de política federal estarían respaldadas por distintos partidos que enriquecerían programas a seguir. La responsabilidad aquí sería de un gobierno colectivo, y no habría ganancias partidizadas. Sin embargo, ¿a quién castigarían los electores?
¿Sería posible en México un gobierno de coalición? La respuesta es sí.
De concretarse, no importaría quién ganara una elección, porque distintas fuerzas del sistema de partidos tendrían posibilidad de gobernar, dando origen a un gobierno multipartido. Otra impresión es que generaría mayor sensibilidad y compromiso partidista con la causa del país: el bienestar. Pero, no nos adelantemos en el camino.
Vamos a decir que se aprueba la reforma, ¿superarán los partidos políticos sus odios reprimidos? ¿Cómo va a cooperar el PRD con el PAN? ¿Se ‘subordinaría’ el PAN al PRD? ¿Es creíble aquello de “discutir menos y acordar más”? Sin duda, no es fácil definirlo, porque habría que ver dónde van a quedar aquellas fracciones más extremas de la izquierda. Yo no veo a un Gerardo Fernández Noroña secundando proyectos del PRI o PAN (sean cuales sean). Hay que reconocerlo, se requiere el ingrediente de la negociación porque no será la ley, sino que seguirá siendo el sistema de partidos quien resuelva los acuerdos.
Otra indagatoria es: ¿cuánto tiempo invertirán los partidos en deliberar sobre el programa político a implementar? Simplemente, no es fácil presumir que una reforma venga de la noche a la mañana a facilitar el ejercicio de un gabinete presidencial. Se sugiere acudir a Política Comparada y revisar estudios en materia de gobiernos de coalición: ¿qué ha pasado ahí? ¿lo han logrado? ¿por qué?... Las leyes no resuelven las prácticas político-culturales, eso es definitorio.
PD. Esperemos que en Sayula, aquello de la “rueda de prensa” del panismo disidente no haya sido mera llamarada de petate.
E-mail: joseisabeles@hotmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario