martes, 9 de agosto de 2011

Ante bancarrota política, indignación social

 No es solo en Grecia, también en México y las Américas los políticos nos destruyeron la vida

LPL José Guadalupe Isabeles Martínez

Por más que así lo queramos, no podemos decir que esta cita con la crisis ha terminado. Aquí se escribe y se explica mejor una crisis enriquecida. Ni ha terminado ni parece que cada quien pueda irse tranquilo a casa. A la cita han asistido invitadas la crisis política, económica, social, y hasta cultural. Las crisis existencial y de identidad han llegado solas. 

Pero, ¿cuál es entonces la madre de todas? A nuestro juicio: la crisis política.
Es así como apuntamos que la crisis política que nadie ha querido rescatar está en una fase de quiebra. Algún fuerte acreedor ha de venir a salvarle. Pero como en estos tiempos en que nadie se atreve a ser policía en México –o casi nadie-, tampoco son innumerables los valientes que hipotequen la vida por esta quiebra, la quiebra política.

Da la impresión de que en el Medio Oriente, algunos segmentos del mundo árabe decidieron sin ton ni son dejar de lado las manifestaciones por la paz, las tan cantadas marchas y se apuntaron hacia lo que han creído algo aún más efectivo: la protesta generalizada. El condimento esencial ha sido uno: la violencia. Aunque no todos consideraron tal opción, en Europa lo vemos claro: Inglaterra está siendo objeto de un nuevo y natural experimento ante la indignación social, contenga ésta o no elementos políticos. La gente está enojada y la protesta violenta está siendo su manera de expresarlo. La exasperación de los pueblos es inobjetable.

¿Qué diríamos si mañana las protestas de Chile y Liverpool se dispararan en Guadalajara, México? ¿Y si ciudad Guzmán amaneciera en llamas, Monterrey y el propio Distrito Federal? ¿Cómo lo veríamos?¿Como acciones de grupos ciudadanos –que no delincuentes- o como actos anticipados de terrorismo guerrillero? Valdría preguntarnos hasta dónde nos convendría, con lo sensible que está hoy en día el propósito de la seguridad pública donde el Estado robustece su poder y el del mexicano languidece.

Al igual que hay nerviosismo y volatilidad en los mercados, como ya vimos con el desplome reciente de las bolsas de valores mundiales ocasionadas por el excesivo endeudamiento estadounidense y la perversa incertidumbre en relación a la efectuación de pagos, igualito ocurre en el sistema político nacional a través de su bolsa política de valores, la cual sufre caídas estrepitosas de vez en cuando (o así vive), su popularidad disminuye y se acrecienta la desconfianza del mercado electoral. Es así que empezamos a ver una migración electoral (volatilidad política o del voto) entre quienes sí utilizan su credencial para sufragar. Si los mercados del mundo se van en picada, así también colapsan los mercados políticos nacionales, regionales y locales.

Lo más grave de esto es que estamos de nuevo en la antesala de lo que bien podría llamarse ¿la gran depresión II?, cuyas consecuencias podrían ser en verdad devastadoras, no sólo para México sino para el mundo entero. Y no es que nada pueda hacer el establishment nacional en torno a este fenómeno de nubarrones que nos viene encima, pero primero lo primero: 2012 para el PRI, y a las reformas “ni le muevan.” El fortalecimiento del mercado interno mexicano no ha sido prioridad, la detonación de zonas económicas más allá que las metropolitanas tampoco, la redistribución del ingreso menos…

Es así que la quiebra política se vuelve inexcusable, queda exhibida ante los más de 13 millones de mexicanos que viven en la economía informal; ante los millones que se ven imposibilitados a contribuir a esta etapa inicial de la economía del conocimiento; frente a los millones que piden Patria pero que estando en ella no la encuentran; la desnuda conscientemente la vieja guardia política gobernante que no da cabida a una nueva. Por eso y ante esta bancarrota política vestíbulo de convulsiones sociales, como primer recurso tenemos a la mano una cosa: indignación social.

PD. Si para los partidos políticos en México hubiera calificadoras como S&P 500, los políticos nunca más serían sujetos de crédito. Porque “no pagan.”

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