jueves, 3 de noviembre de 2011

La Carreta y los Bueyes...

Lic. Rodrigo Sánchez Sosa

El Carretero…

Un gran saludo a todos los amables lectores de esta columna. Nos encontramos, como cada semana, lamentando nuestra suerte como ciudadanía desde ya hace tanto tiempo que, es difícil recordar cuándo este país comenzó a convertirse en lo que hoy es y tanto nos preocupa. Es verdad que los poderosos nos han impuesto un modelo de desarrollo injusto, excluyente y criminal; pero, también, debemos reconocer, que existió una predisposición de nuestra parte para aceptar las premisas del orden impuesto.

Lo anterior no nos hace, necesariamente, cómplices, ya que somos víctimas, pero si acusa nuestra ideocencracia como pueblo. Es decir, lo que Carlos Marx llamó Ideología: la moral, la religión o la filosofía de un pueblo; producto de sus formas de producir sus medios de subsistencia. Lo cual implica relaciones de producción; o sea, quien produce qué, cómo, y qué papel juegan los individuos y las clases sociales en esa cadena. Tiene sentido esto si pensamos que se puede diferenciar al hombre del animal, si así se quiere, en que el hombre hace ciencia, moral, piensa, tiene religión, crea leyes etc…pero, definitivamente, lo que separa al hombre del animal es, que el hombre crea su propias formas de subsistencia; no depende de la naturaleza, la trasforma y adapta a sus necesidades.

Al hacer esto, al producir sus formas de subsistencia, se crea así mismo. Ahora bien, si queremos entender nuestro problema como país, debemos reconocer de qué manera generamos nuestra existencia como nación, qué y cómo producimos aquello que satisface nuestras necesidades vitales. Comencemos por reconocer que nuestra transición de sociedad feudal a sociedad industrial, fue abrupta e incompleta, lo que quiere decir que las formas predominantes en las relaciones de producción en México, son, mayoritariamente feudales. Por ejemplo, en términos legales, al empleador en México hoy en día, se le llama patrón, como se conocía al dueño de la hacienda o feudo del siglo XIX, motor de la economía porfirista pre revolucionaria.

Esto implica todo un sistema de dominio, corrupción y explotación, donde cada clase social reconoce su lugar inconscientemente. El patrón y la peonada, son extremos de esta pirámide social. Queda claro que este tipo de relación de producción no es compatible con la democracia que se pretende en el país. Así pues, no son contradictorios los oligopolios mediáticos que sufrimos, ni la elite corrupta en la política, ni los grandes capos intocables del crimen organizado, ni la postura sumisa a los intereses extranjeros, ni los sindicatos que secuestra áreas estratégicas del país, como la educación, la energía y la seguridad social; no es incompatible la militarización de la vida pública en un país donde el ciudadano es tratado como peón de hacienda, por doscientas familias que se reparte el territorio nacional, explotando el trabajo casi esclavo de más de 60 millones de mexicanos.

Y no lo es, porque las mayorías no lo ve como anormal, como injusto, como criminal; es parte de su manera de entender la vida, ya que, así recreamos desde hace mucho nuestra forma de vida, nos producimos y reproducimos en ellas; es más, estamos orgullosos de ellas, en lo que Marx llama enajenación de la esencia humana. El país se ve mal a mediano y corto plazo, la colusión de la autoridad y la sociedad civil con el crimen organizado no disminuye y el futuro para las mayorías se cancela. La segregación, el prejuicio, el racismo, el clasismo, la exclusión, se sustentan en esta forma de la división de la producción en México. Pobre México, tan lejos de Dios y…

El contexto o coyuntura internacional no ayuda, y lamentablemente solo podemos esperar en las próximas elecciones federales, no más de lo mismo, algo peor: No es secreto para nadie el esfuerzo de la política de seguridad internacional de Estados Unidos para justificar una invasión armada al país; desde el tráfico de armas auspiciado por el propio gobierno gringo, la protección de este gobierno a una de los carteles de la droga en nuestro país, la presencia de mercenarios y asesores militares en ambos bandos de esta guerra panista contra el narco, hasta el señalamiento de una amenaza terrorista a EUA por parte de los carteles del narco mexicano.

El próximo gobierno, podría ser acusado de infiltrado por el crimen organizado y luego de estado fallido, con lo cual pediríamos a gritos los mexicanos ser salvados por el ejército gringo. No es fortuito que dos de los estados en manos prácticamente del crimen organizado sean, Guerrero y Veracruz, los puertos más cercanos el DF, cede de los poderes de la república y por ello estratégicos para una invasión extranjera. En este mismo tenor qué diríamos de Tamaulipas con sus puertos petroleros, Chihuahua con su extensión territorial, Michoacán y sus puertos comerciales, el sur de Jalisco y el estado de Colima el corredor del pacifico, y finalmente las fronteras sur del país que controlan el tráfico de personas y armas… La Ideología sayulense…

Qué producimos y cómo lo producimos, nos permite saber quiénes somos y cómo somos, dice el materialismo histórico. Somos un pueblo de agricultores y ganaderos, en ese orden de importancia. Dejemos por el momento los sueños húmedos de los señoritos porfiristas del centro histórico y concentrémonos en la realidad de nuestra condición existencial como municipio. Eso somos. El éxito de la agricultura hizo de Sayula lo que es y ha sido, como comunidad destacada, y principal en el estado, desde tiempos de la colonia, hasta… que llegaron los agroempresas a llevarse la ganancia y dejarnos la pepena. 

Por allí dos o tres iniciativas locales compiten a medias con los grandes consorcios y las toneladas de billetes de los michoacanos, gracias al financiamiento federal. Pero la verdad, el verdadero negocio está entre los primeros. Somos gente trabajadora que le gusta el campo, campesinos, como Rulfo y Severo Díaz. Explotados, primero por la elite terrateniente de la colonia, españoles y criollos; luego por su descendientes genéticos o espirituales, y últimamente por trasnacionales y próximamente por capitales emergentes del contexto financiero nacional.

Como Rulfo, nos buscamos en los ancestros y nos sabemos hombres en todos sus matices, como Severo Díaz, buscamos en las estrellas y las entrañas de la tierra los ciclos de los fenómenos naturales, lo que permite planear las cosechas. Nuestra profunda espiritualidad, derivada de nuestra fe en la siembra, se manifiesta en nuestra religiosidad, regenteada por el catolicismo. La explotación in humana nos ha vuelto desconfiados pero dependientes, de ahí nuestro culto a la personalidad de quienes nos explotan, y el profundo resentimiento hacia estos mismos; de allí la marcada división de clases, que más bien sería de castas, reducidas a dos: “los ricos” y “los pobres” de Sayula.

El precio de nuestra enajenación, ha sido nuestras tendencias pequeño burguesas, que nos crean la fantasía de algún día ser como el patrón, de aprovecharnos de nuestros iguales, incluso explotándolos cuando se presenta la oportunidad, siendo déspotas y crueles, impidiendo la solidaridad desde abajo, y apuntalando el sistema de dominio que permite que se nos gobierne de forma autoritaria una y otra vez, se nos pague sueldos de hambre, se nos impongan criterios morales, financieros y económicos totalmente tóxicos para nuestra comunidad y el entorno.

Por ello vemos como una bendición de dios el progreso personal económico y viceversa; pero, lo más bizarro: en Sayula creemos que el conocimiento intelectual tiene una finalidad exclusivamente económico-utilitaria de beneficio privado, e identificamos el éxito personal con la bonanza económica, y es allí donde el círculo vicioso de nuestra identidad se cierra. Conclusión: somos campesinos y ello nos avergüenza, siempre deseamos ser otros (enajenar: dejar de ser uno mismo para ser otro, ajeno)…ahí se ven.

PD. Que en un rancho de por el verde se aparece el diablo, dice el siete días…más espeluznante: en un rancho por Tepec, que le dicen “el batán” se aparece Carlos Marx. Hay fotos de celular, donde se le puede ver con sus pelos parados y tremenda barbota. ¡Aguas!...

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