En últimos años se han detonado los peores episodios de violencia étnica en China. La problemática amenaza con convertirse en un problema de seguridad nacional.
Aunque los acontecimientos en el país del dragón pudieran resultar ajenos a nuestra época, donde los países más industrializados y desarrollados parecieran quedarse rezagados en varios sentidos, no todo es color de rosa en China. Pese a las múltiples ovaciones que se ha llevado Pekín con el arranque del siglo XXI, una de las problemáticas que enfrenta el gobierno, además de la seria contaminación, es la relativa a la etnicidad.
Tal como sucede en México, donde la sociedad es muy heterogénea y tenemos poblaciones enteras donde los usos y costumbres siguen determinando el destino de sus habitantes, igual sucede en China. Y si trasladásemos a nuestros políticos a dirigir más de 1 mil 300 millones de habitantes, seguramente a la primera oportunidad saldrían huyendo.
En China existen actualmente unos 56 grupos étnicos reconocidos oficialmente. La más grande es la etnia de los Han, con 1 mil 200 millones de habitantes que hoy por hoy gobiernan mayormente el país. Asimismo, una de las más importantes es la etnia de los uigures, que representa un 9 por ciento de la población total, y cuenta con aproximadamente 130 millones de habitantes. Sin titubear, esto es lo que suele llamarse “una nación dentro de otra nación” (El País, 07/07/2009).
En estos momentos, los uigures constituyen una clara amenaza a la seguridad nacional del Estado. Situados en la Región Autónoma Uigur de Xinjiang, en China noroccidental; así como en los países de Kazajistán, Kirguizistán, Uzbekistán, entre otros, los uigures conforman un movimiento separatista contra el gobierno chino.
Históricamente, se sabe que los uigures eran gobernados por la llamada República de Turkestán Oriental (el interior de China), antes de la consumación de la guerra civil en 1949, pero con el arribo del gobierno comunista de Mao Tse-tung, la unificación tuvo lugar y terminaron siendo incluidos como una sola nación.
La problemática se ha exacerbado en últimos años, y ha detonado los peores episodios de violencia étnica en la provincia de Xinjiang. Para muestra los sucesos que el 7 de julio 2009 arrojaron 1,600 personas heridas y 197 muertos, las tiendas fueron saqueadas y quemadas, los manifestantes uigures incendiaron vehículos, golpearon mujeres y hasta niños, según reportó la China Network Television.
A saber, los uigures son musulmanes y profesan el Islam. Pero han impulsando recientemente hechos terroristas que ponen en peligro a toda la población. En 2008 2 terroristas estrellaron un camión contra setenta policías que hacían ejercicio matutino en Kashgar, resultando en diecisiete muertos y quince heridos. En ese mismo año explosiones seriales ocurrieron en supermercados, hoteles, y edificios del gobierno en el condado de Kuqa.
El Movimiento Islámico de Turkestán Oriental (ETIM, por sus siglas en inglés), reivindica las intenciones separatistas de los uigures, aunque por sus acciones es considerada como una agrupación asociada a la organización internacional terrorista Al Qaeda, de quien se aduce han recibido financiamiento, armas y entrenamiento.
El gobierno central esta obligado a reconocer la importancia de esta minoría, y de ser posible incluirles en el gobierno. Indudablemente ello constituye una amenaza para el régimen unipartidista, dado que la mayoría de los habitantes, como ya se dijo, pertenecen a la etnia Han, y de hacerlo, seguramente incentivaría la tentación de otras minorías por actuar del mismo modo.
Si el gobierno no ofrece acciones afirmativas, inclusión, y posibilidades de autodeterminación, flexibles y acordes a ambas partes (como lo ha sido en Macao o Hong Kong), más allá del dinero que ya se destina a la provincia y que poco parece funcionar, los uigures continuarán causando graves daños a la población y la situación puede tornarse incontrolable.
Opinión Virtual: www.youtube.com/joseisabeles
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