Así lo viví, de Editorial Grijalbo, es el libro que Luis Carlos Ugalde, ex presidente del Instituto Federal Electoral (IFE), escribió tras la crispación y polarización de las elecciones presidenciales en México de 2006. Actor primordial de los comicios más complejos de la historia del país. Lo tildaron de cómplice, otros más como un demócrata.
El IFE es mundialmente reconocido por su calidad en organización y transparencia de elecciones, ha participado en elecciones de distintos países. Cuando invitaron en 2006 a Benita Ferrero-Waldner, comisionada de Asuntos Exteriores de la Comisión Europea, respondió: “ir a México a observar sus elecciones, ¿para qué?, el IFE tiene gran prestigio en el mundo, no pensamos… necesario certificar su trabajo” (p. 145).
Es necesario dar a conocer que, omitiendo spots en televisión, en 2006 Roberto Madrazo (PRI) gastó en campaña 648 millones de pesos, el PRD de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) 616 millones de pesos, Felipe Calderón (PAN) 548 millones de pesos.
Ibope, empresa contratada por el IFE, líder mundial en medición de audiencia, determinó que AMLO fue transmitido durante más tiempo en radio y televisión que ningún otro candidato durante el proceso comicial.
Veamos los siguientes datos de Ibope: PAN: 275 mil segundos; PRI: 276 mil; PRD: 316 mil. AMLO recibió mayor cobertura periodística, con más de 51 mil menciones, Madrazo 43 mil, y Calderón 39 mil (p. 138). Esto explica en parte, que las elecciones, si bien fueron inequitativas, no lo fueron a favor o en contra del candidato panista, como tanto se ha aducido.
En julio 2006, se firmó un acuerdo democrático cuyo propósito plasmaba entre otros, respetar el resultado de la elección, atendiendo única y exclusivamente los resultados “oficiales” del IFE. AMLO había dicho que respetaría el resultado así fuera por un voto. Como hoy sabemos, no lo hizo.
Obrador no respetaría su palabra ni la firma del acuerdo. Televisa, TV Azteca, El Universal… no pudieron anunciar ganador –en base al IFE-; como sí ocurrió en Estados Unidos, donde las televisoras anunciaron a Barack Obama como vencedor (antes de que el Colegio Electoral lo hiciera), debido al amplio margen de las votaciones. Aquí no pudo ser, los resultados estaban muy estrechos.
AMLO tenía puntos porcentuales arriba de Calderón, pero se revertirían, tal como lo indicó el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP), al cual siempre tuvieron acceso exclusivamente los partidos.
Los resultados favorecerían a Calderón. La diferencia entre PRD y PAN quedaría en 0.6% de la votación. Ana Cristina Covarrubias, encuestadora de AMLO, comunicaría que, de acuerdo a “sus” datos, Obrador iba 2.4 puntos arriba del hoy presidente Felipe Calderón (de acuerdo a los números del IFE: esto era totalmente falso). Así dio inicio la guerra de cifras que crisparía al país entero hasta hoy.
¿Existió fraude? Parte de la población señala que sí, pero “fraude a la verdad”. El PRD nunca pidió el “voto por voto” de manera “legal”, es decir, el Tribunal Electoral exige presentar pruebas fehacientes y suficientes de alguna irregularidad, pero AMLO nunca lo hizo conforme a la ley y apegado al debido proceso. Sólo lo exigía en las calles, al calor del desconcierto y la confusión absoluta.
De las 130,488 casillas instaladas por todo el país, el PRD y sus correligionarios sólo presentaron impugnaciones “legales” para 22 mil, el Tribunal Electoral autorizaría contar 11,724 del total de las casillas. Dadas las pruebas, su magnitud en la incidencia de los resultados, y de conformidad con lo que las leyes permitían.
¿Sabía usted que de las 130,488 casillas, en las que ganó AMLO los errores (o irregularidades), fueron mayores que en aquellas donde ganó el PAN (p. 434)?
Una elección sigue tres pasos, se expone: el conteo rápido -cierre de casillas-; el PREP -se toma una muestra de todas las casillas y contabilizan votos-; y finalmente el conteo distrital, o en otras palabras, el conteo de todos los votos.
En una elección tan cerrada, se menciona, es prudente reservar el resultado final hasta haber contabilizado todos los sufragios. De lo contrario, de haber dado los resultados en ese momento, y posteriormente el declarar ganador oficial de la elección a un candidato contrario al que anteriormente favorecieron los votos, ¿hubiera tenido consecuencias catastróficas? Posiblemente.
No obstante lo aquí expuesto, la información del libro resulta bastante para plasmarle en una sola exhibición. Le recomiendo entonces adquirir el libro y analizar desde otra perspectiva -una apegada a la legalidad y no a la moral-, cada uno de los datos y amenazas que vivió Ugalde. Seguramente ello le dará una visión menos parcial de lo acontecido.
Ugalde, L. C. (2008). Así lo viví. D.F.: Editorial Grijalbo.
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