“No me aferraría a ser candidato a toda costa. No echaría por la borda mis principios. Seguiré siendo congruente. […] Sólo si estoy bien posicionado en 2011, volveré a ser candidato a la presidencia” (AMLO)
Esta vez deseo compartir algunas críticas sobre el libro escrito por Andrés Manuel López Obrador (AMLO), el ex candidato presidencial que perdió los comicios en 2006. El titulo es: La mafia que se adueñó de México… y el 2012 (Grijalbo 2010).
Esta obra es tan austera que no tiene bibliografía. No hay pie de página alguno para las citas, y entonces uno piensa ¿de dónde sacó esto? Lo anterior, sin demeritar el valor de sus aseveraciones, socava terriblemente la calidad que pudiera tener la obra.
El libro, dividido en 4 capítulos (205 páginas), no priorizó inteligentemente el propósito del mismo, expresado en el título. Por ejemplo, para el capítulo titulado “2012”, malgasta trece páginas en explicar, a través de un relato histórico, por qué el regreso del PRI sería como el retorno de Santa Anna. Como si la gran mayoría de los mexicanos no comprendieran que el regreso del PRI, no es la (mejor) solución.
A la parte “Quién será el candidato”, únicamente destina tres páginas, y deja en claro (entre líneas) que, si en algún momento se pierde la relación con Marcelo Ebrard, será culpa de sus adversarios que han logrado, pese a su esfuerzo de mantenerse “unidos”, separarlos (p. 191).
Obrador, como era de esperarse, afianza su retórica perniciosa para los mexicanos, y que hasta para él ha resultado contraproducente. Los militantes de su movimiento se alejan gracias a su radicalización. Reitera una postura determinista y maniquea. Algo así como: “ellos son los malos, yo soy bueno y justo.”
Para AMLO, él no miente, nunca miente; es siempre congruente con lo que piensa, dice y hace; él sí tiene calidad moral para gobernar; él sí ‘ama’ a México y pretende moralizar las instituciones; el que se da golpes de pecho como el redentor que este país necesita. Y en su lucha por convencer y recuperar lo perdido, sentencia muy ufano: “[…] no pueden aceptar que no soy corrupto, y que lucho por ideales y principios…” (p. 175).
Reitera sus posturas contra el modelo económico, el neoliberalismo. Habla de ello como si fuera la causa universal de todos nuestros males, y lo peor, habla sin fundamento. Dice que el modelo consiste en que, “el Estado puede incumplir con sus obligaciones sociales, pero no puede dejar de transferir recursos públicos al sistema financiero” (p. 26). En otras palabras, el libre mercado no sirve, y hay que cambiar el modelo económico.
Lo que AMLO desea, es un Estado interventor del mercado, tal como ocurría a mitad del siglo pasado, lo que no dice es cómo hacerlo, y tampoco reflexiona sobre el hecho de que, el periodo que vivimos, es muy distinto del pasado en que él vive y al que parece, desea llevarnos.
Si bien, podemos criticar al ex candidato por su deplorable actuación y discursos, generando crispación, polarización, confusión, e intolerancia en los mexicanos hacia las instituciones y las reglas del juego a que él mismo se somete, y cuando no le conviene no les respeta; estamos obligados a secundar un proyecto distinto a lo que ya conocemos para 2012.
Así, la izquierda nacional observa una oportunidad excepcional, para pasar de la antítesis, a la tesis del sistema. Sólo así podremos juzgar a este personaje mesiánico, sólo por sus hechos. Esclareciendo entonces, su investidura de truhán; o desvelando que de verdad es un hombre de Estado.
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