Me he tomado la libertad de transcribir directamente, una parte del libro El mundo según Monsanto: de la dioxina a los OGM, una multinacional que les desea lo mejor (2008, editorial Península, Barcelona), de la periodista, documentalista y directora de cine francesa Marie-Monique Robin.
Lo que a continuación se muestra es incluido en el capítulo 4, titulado “Roundup: una vasta operación de intoxicación”. Cabe mencionar que no es el capítulo completo, sino solamente algunos subtemas comprendidos entre las páginas 137-141.
EL AGENTE NARANJA DE COLOMBIA
Mientras tanto, gracias a la colusión incondicional entre los políticos, los gigantes de la química y la comunidad científica internacional, el uso de pesticidas no deja de progresar en todo el mundo: se calcula que cada año se esparcen dos millones y medio de “productos fitosanitarios” sobre los cultivos del planeta y que sólo “un 3% entra en contacto con los organismo a los que van dirigidos, lo que significa que el 99.7% de las sustancias vertidas va a parar “a otra parte”, al medio ambiente, los suelos y las aguas”, indica Julie Marc en su tesis doctoral.
Así es como la contaminación de los ríos y puntos de agua por el herbicida más utilizado del mundo, podría estar en el origen de la desaparición de las poblaciones de ranas, tal como lo revela un estudio publicado en 2005 por Rick Relyea un investigador de la Universidad de Pittsburgh (Pensilvania). Observó los efectos de dos insecticidas (Sevin y Malathion) y de dos herbicidas (Roundup y 2,4-D) en una población de veinticinco especies animales procedentes de una charca (caracoles, renacuajos, crustáceos e insectos) que fueron colocadas en cuatro recipientes con su agua originaria. Se añadió a cada recipiente una dosis de pesticida siguiendo la concentración recomendada por los fabricantes.
Los resultados fueron espectaculares: “En el recipiente en el que habíamos puesto Roundup, constatamos desde el día siguiente que la superficie del agua estaba llena de renacuajos muertos”, informa Rick Relyea. “Resulta chocante ver que el Roundup que había sido concebido para matar a las plantas, era hasta ese punto letal para los anfibios.” Hay que señalar que el 2,4-D y los dos insecticidas no produjeron ningún efecto sobre los pequeños habitantes de las charcas…
Pero no sólo los animales sufren las consecuencias de la contaminación debida a los “productos fitosanitarios”. “La cantidad de contaminaciones accidentales por pesticidas se calcula en más de un millón al año en el mundo y en 20.000 el de los casos mortales”, revela Julie Marc. “Añadiendo los casos de suicidio, se llega a la cifra de tres millones de envenenamientos, con 220.000 muertos entre ellos.” El Roundup ocupa un lugar destacado en este cuadro sombrío, porque es el herbicida favorito de los candidatos al suicidio por intoxicación.
Según un estudio realizado en Taiwán sobre 131 casos de suicidio por absorción de Roundup, la mayoría de ellos habrían muerto tras sufrimientos atroces que se traducían en edemas acompañados de insuficiencia respiratoria, vómitos y diarreas violentos. Un estudio similar llevado a cabo en Japón, permitió evaluar la dosis letal de herbicida: aproximadamente 200 mililitros, lo que supone tres cuartas partes de una taza…
De manera más general, el Roundup representa la causa más corriente de denuncias por envenenamiento registradas por ejemplo, en el Reino Unido o en California, tal como informaba en 1996 la revista Pesticide News. Según fuentes coincidentes, los síntomas de la intoxicación son siempre los mismos: irritación de los ojos, problemas oculares, dolor de cabeza, irritación dermatológica, irritación de la piel, náuseas, sensación de tener la garganta seca, asma, dificultades respiratorias, , nariz sangrante y vértigo.
Mientras escribo estas líneas no puedo evitar pensar en el calvario que viven cada día las comunidades indias y campesinas de Colombia, sometidas a lo que los estrategas de Washington llaman el “Plan Colombia.” Elaborado en junio de 2000 con el apoyo activo del gobierno de Bogotá, el objetivo de este programa es erradicar los cultivos de coca que suministran el mercado internacional de cocaína y sirven en parte para financiar los movimientos de la guerrilla [Las FARC].
Principal medio para esta erradicación: las fumigaciones aéreas de… Roundup. Así, se calcula que, de 2000 a 2006, se fumigaron cerca de 300.000 hectáreas, principalmente en los departamentos de Cauca, Nariño y Putumayo (que se extienden hasta la frontera de Ecuador), cuyas poblaciones se ven también afectadas, por lo que algunos llaman el “agente naranja de Colombia.” Sólo en el departamento de Putumayo, donde viven varias comunidades indias, se han intoxicado 300.000 personas.
La situación es tan dramática que en enero de 2002 una ONG estadounidense, Earthjustice Legal Defense Found, acudió a la Comisión de Derechos Humanos y al Consejo Económico y Social de Naciones Unidas. La ONG establecía en su informe una lista de todos los males que había podido constatar sobre el terreno: “Problemas gastrointestinales (hemorrágias graves, náuseas y vómitos), inflamación de los testículos, fiebre alta, vértigos, insuficiencia respiratoria, irritaciones cutáneas, y graves irritaciones oculares. Las fumigaciones también habrían causado abortos naturales y malformaciones en el momento del nacimiento.” Además, “las fumigaciones destruyeron más de 1.500 hectáreas de cultivos alimentarios (mandioca, maíz, plátano verde, tomate, caña de azúcar, prados) y de árboles frutales, y provocaron la muerte de animales (vacas y aves de corral). […] En resumen, la situación ilustra claramente la relación entre medio ambiente y derechos humanos, porque las fumigaciones que causan graves daños al aire, el agua, la tierra y la biodiversidad constituyen una violación de los derechos humanos.”
En ese informe nos enteramos de que el herbicida utilizado es el Roundup Ultra, al que se han añadido dos surfactantes fabricados en Colombia, el Cosmos flux-411 y el Cosmo-in-D, cuya función es multiplicar por cuatro la “eficacia” del producto suministrado por la empresa de Saint Louis. Además, las concentraciones utilizadas en las preparaciones realizadas por el ejército colombiano bajo la dirección de colegas estadounidenses son “cinco veces más elevadas que las recomendadas por la Agencia de Protección del Medio Ambiente de Estados Unidos para las pulverizaciones aéreas.”
Por último, “los métodos de aplicación no representan las recomendaciones del fabricante, que desaconseja esparcir el producto a más de tres metros por encima de las copas de las plantas más altas, cuando según la policía antidroga colombiana, los aviones vuelan a diez o quince metros.” Lo que, por supuesto, acarrea que el herbicida se expanda por varios centenares de metros…
¿Qué decir ante este nuevo escándalo del que, una vez más, se beneficia la empresa de Saint Louis? Nada, excepto recordar las instrucciones de uso del Roundup Ultra tal como aparecen actualmente en los bidones vendidos en Estados Unidos:
“El Roundup matará casi todas las plantas verdes que están en fase de crecimiento. No se debería aplicar el Roundup a reservas de agua, como mares, lagos o ríos, porque el Roundup puede ser tóxico para los organismos acuáticos. Las personas y animales domésticos (perros y gatos) deben permanecer fuera de la zona en la que se ha aplicado el Roundup, mientras no esté completamente seco. Recomendamos que durante dos semanas no se permita pastar al ganado como caballos, vacas, ovejas, cabras, conejos, tortugas. Si se utiliza el Roundup para controlar plantas indeseables situadas cerca de los árboles frutales o de frutos secos, así como de las viñas, aconsejamos no comer sus frutos antes de veintiún días.”
Arrancadas a la empresa gracias a la vigilancia de organizaciones de consumidores norteamericanas, estas advertencias no valen, por supuesto, para los pequeños campesinos indios colombianos. Y se podría concluir, un tanto precipitadamente que la empresa de Saint Louis ha aprendido la lección de su poco glorioso pasado y que hoy es más cuidadosa desde el momento en que se trata de la salud de sus conciudadanos. Pero con la historia de la hormona de crecimiento vamos a ver que es mentira… [Véase capítulo 5].
NOTA ACLARATORIA: la transcripción aquí expuesta ha sido hecha con gran responsabilidad personal dada la relevancia que esto significó para mí. No obstante se omite la fuente y/o recomendación de la autora para cada una de las citas que a lo largo del texto se presentan, el lector puede encontrarles en la obra a partir de la página 483.
Correo: joseisabeles@hotmail.com
Opinión Virtual: www.youtube.com/joseisabeles
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