“Salió de su casa a las 06:00 horas. Aún estaba obscuro. Como todas las mañanas se dirigió a trabajar a la ordeña de vacas de uno de sus tíos. No recorrió ni cuatro cuadras, cuando cerca de la esquina Ávila Camacho, sobre Aldama, un grupo de pandilleros lo abordó y a golpes le bajaron de su bicicleta. Le tundieron hasta que quisieron quitándole su dinero y pertenencias. La familia del chico decidió no acudir al Ministerio Público.” (Crisanto)
Historias de estas, se han hecho ya costumbre en la localidad, donde parece haberse perdido el sentido de comunidad y cohesión social. Convivir al lado del país más materialista e individualista del mundo, quizá nos ha hecho alienarnos de las bondades de nuestra sociedad. Los problemas sociales parecen agravarse, y el gobierno municipal en su desesperación, lanza misiles contra las consecuencias, mas no contra las causas.
Si la municipalidad estuviera enterada de las noticias que escurren del gobierno perredista actual, reconocería en lo inmediato lo insultante de los actos de gobierno. No obstante, tal como en el país entero, en Sayula tenemos una “ciudadanía de baja intensidad”, como lo señalara Guillermo O’Donnel, que sin titubeos abona a diario a esta plaga de mal gobierno que tenemos (Enrique Flores Cano, La política en México, 2007, p.267).
Las medidas de emergencia que se muestran hoy en el municipio, con la corporación policiaca más activa (y a veces represiva sin razón), y la presencia de unidades militares del batallón de infantería, circulando por las calles de la localidad, son positivas y tienden a inhibir los índices delictivos; pero en contraparte también se coloca a los delincuentes en una postura defensiva. De cualquier modo, no constituyen un plan integral que garantice una única cosa: orden. Porque sin orden no hay mucho, o siendo pesimistas: nada.
Mientras eso ocurre, se profundiza el divorcio entre la ciudadanía y el máximo representante municipal Samuel Rivas Peña, “el hombre de las masas”, “guía” y “redentor”, que más parece entretenerse en nimiedades, habiendo tanto y tan desafiantes retos por cumplir, pagando cantidades exultantes de dinero a medios periodísticos para publicitar las “obras y acciones” de su administración; despilfarrando fondos públicos y sin recato, en carnavales, ferias y un largo etcétera más. ¿Y quién paga?: Sayula.
Bien puntualiza Alberto Olvera que, las canonjías y privilegios a unos cuantos “ilustres” y dignos de ello, constituyen el particularismo que encabezan los gobiernos, aquí en Sayula ni que decir. Ese particularismo engrandece tan sólo las prácticas clientelares y la aplicación selectiva de programas y políticas públicas (La política en México, p. 272). De esta forma, lo que en el papel es un derecho, se convierte así en “favores políticos” de nuestras autoridades. Favores que tenemos que suplicar, demandas que tenemos que exigir sean atendidas.
Un gobierno anacrónico y pasado de moda es lo que tenemos en Sayula. Hoy, no vemos anunciarse con bombo y platillo, millones y millones de pesos para acciones afirmativas, es decir, para aquellos más desfavorecidos y segregados en el tiempo: madres solteras, estudiantes pobres, pandilleros, ancianos, emprendedores… ¿Dónde están esas carretadas de dinero para subsanar el tejido social?, ¿y la inauguración de programas que ataquen en el seno familiar, los problemas que se han desatado escandalosamente con el pandillerismo?, ¿dónde está el ciudadano Samuel Rivas Peña?, ¿ha renunciado? Pues si no lo ha hecho oficialmente, sí parece haberlo hecho en la práctica.
Correo: joseisabeles@hotmail.com
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