lunes, 13 de septiembre de 2010

El Islam en América Latina

La transcripción que se presenta a continuación, ha sido tomada del libro El Islam en América Latina (2010), de Editorial Limusa. El coordinador de la obra es el mexicano-argelino Zidane Zeraoui el Awad, del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), Campus Monterrey.

Aunque la obra no se encuentra divida propiamente en capítulos, pues no se indica en esa forma en el índice, aparecen 13 temas que son autoría de diversos profesores-investigadores de varias universidades del mundo, tales como la Universidad de Buenos Aires, Argentina; la Universidad de las Américas-Puebla; la Universidad Nacional del Comahue, Argentina; la Universidad Estatal de Fluminense, en Río de Janeiro, Brasil; la Universidad del Rosario en Bogotá; entre otras.

El autor del extracto que se muestra a continuación, es Román López Villicaña, Doctor en Relaciones Internacionales por la UNAM, y maestro en Estudios de Asia y África por El Colegio de México. Ha sido profesor en la Universidad de Asmara en Eritrea, África. Actualmente es profesor en la Universidad de las Américas-puebla. La primera migración, forma parte de El Islam y los musulmanes en México (p.150-154), un trabajo más amplio del mismo autor, incluido en el libro.


La primera migración

El estudio de la primera etapa de la migración musulmana hacia México, la que parte del establecimiento de la colonia española hasta el sigo XIX, es bastante difícil, pues hay una enorme escasez de fuentes. Sin embargo, sobre el periodo prehispánico el profesor Mohamed Hamidulah afirma que los musulmanes del norte de África fueron los primeros en descubrir América, particularmente el camino de Brasil.

Los primeros europeos que llegaron a América bajo Cristóbal Colón y sus sucesores, encontraron allí negros. A pesar de la destrucción de documentos históricos, hay lugar para creer que no solamente los musulmanes de África Negra, sino también los Bereberes participaron en la colonización de América, como lo sugiere el nombre de Brasil, dado que Birzala es el nombre de una tribu bereber muy conocida, y que los miembros de esta tribu se apellidan con el nombre colectivo de Brazil, y que esta palabra no es ni brasileña ni europea. Se sabe -continúa- el caso parecido de La Palma en las islas Afortunadas de Canarias, que se llamaban antes (de los españoles) Bene Hoaró, según el nombre de otra tribu bereber Bani Huwara. Estas relaciones afro-americanas de los musulmanes, continuaron como lo testimonian muchos hechos históricos, hasta la caída de la España Musulmana y el comienzo de la colonización europea de América.

La primera oleada de musulmanes hacia México vino con la conquista. En este tiempo una gran cantidad de judíos y musulmanes (todavía no expulsados porque se consideraban importantes para el Estado), aprovechan la apertura de las nuevas tierras para escapar a la creciente presión de los cristianos católicos, que se habían apoderado ya de casi toda la península ibérica e intentaban limpiarla de minorías religiosas. Al respecto baste recordar las leyes de Partida de la segunda mitad del siglo XIII, que estaban dirigidas contra judíos y moros herejes. Dichas leyes castigan la herejía con pena de muerte en la hoguera, pérdida de bienes, y privación absoluta de desempeñar empleos y cargos públicos.

También por esta época se resucitaron las leyes de santuarios y una vez caída Granada, se dictó la expulsión general de los judíos de todos los reinos de España y sus posesiones, el 31 de marzo de 1492. La expulsión de los moros se da entre 1609 y 1614, aunque de facto se tarda un poco más. Tanto judíos como musulmanes eran, en su mayoría, una parte hábil e industriosa de la población de la cual se perdió España.

A pesar de la persecución desatada por los cristianos, muchos escondieron su religión (tanto para judíos como para musulmanes es lícito esconder la religión ante el peligro) y lograron pasar al nuevo continente, aún con la prohibición dada por el emperador Carlos V, en la real cédula de Valladolid del 15 de septiembre de 1522, donde decía: “ninguna persona nuevamente convertida a nuestra Santa Fe Católica de moro o judío, ni sus hijos pueden pasar a Las Indias sin expresa licencia nuestra.”

Agrega la Ley 24 Título V libro VII:

Con gran diligencia inquieran y procuren saber los virreyes, audiencias, gobernadores y justicias, que esclavos o esclavas berberiscos o libres, nuevamente convertidos de moros e hijos de judíos que residan en las Indias y en cualquier parte, echen de ellas los que hallaren y los envíen a estos reinos en los primeros navíos que vengan, y en ningún caso se queden en aquellas provincias.

A pesar de las prohibiciones, quizá el primer judío que hizo la travesía fue Luis de Torres, que acompañó a Colón en su primer viaje. Tiempo después, con Cortés en 1521, también llegan judíos y moros que logran evadir las prohibiciones. Para 1545 se decía que había en la Nueva España 1385 colonos españoles, de los cuales 300 eran judíos y moros.

Francisco Fernández del Castillo, citado por Seymour Liebman, decía que para 1550 la colonia española de México estaba compuesta en su gran mayoría por judíos sobre católicos y que en la ciudad de México había un Gran Rabino. Es muy probable que entre también hubiera moros (sic), pues estos convivieron juntos en España y ambos sufrían de las mismas persecuciones.

La reaparición de la Santa Inquisición y la aplicación estricta de sus leyes en las colonias después de los años treinta del siglo XVI, hizo que un gran número de judíos y moros se refugiaran y asimilaran en la península de Yucatán, donde encontraron el lugar perfecto para escapar a las persecuciones. Sin embargo la supervivencia salió cara, pues el aislamiento los llevó a perder contacto con el resto de la diáspora, lo que llevó paulatinamente a la asimilación, aunque dejando rastros de su existencia, como la vigilia, los alfajores, el matzot, el frijol con puerco (adaptado al animal impuro, pero procedente de una antigua receta sefaradita) y el pan de trenza que todavía hoy se consume. Lo mismo ocurrió con los moros: terminaron asimilándose. Debe agregarse que otra corriente partió hacia el norte, a Nuevo León y Tamaulipas, donde el aislamiento del centro agro-minero permitió la sobrevivencia al costo de la asimilación.

Dentro del contexto de la Colonia también llegan a México africanos musulmanes en calidad de esclavos. Como dice Bonfil Batalla:

En el siglo XVI fueron traídos a nuestras costas esclavos cuya procedencia era de Cabo Verde, Wolof (de Senegal), mandingas y mendes que, como se sabe, muchos de estos ya estaban islamizados. Baste recordar que los mandingas fundaron el poderoso Imperio de Malí, que ayudó a extender el Islam en amplios territorios de África Occidental, y cuyos reyes fueron ampliamente reconocidos por su devoción y el Hadj que realizaban regalando grandes cantidades de oro a su paso.

Bonfil Batalla también dice que en el siglo XVI fueron traídos esclavos blancos que procedían del norte de África y se les llamaba berberiscos, es obvio que estos fueron musulmanes. A estos musulmanes aunque hayan ocultado su religión, su mezcla con la población indígena y la conversión forzosa por sus amos, aunado al aislamiento de sus comunidades de origen, los llevó a perder de una generación a otra su identidad religiosa. Cuando el negro o berberisco llegaba, lo primero que recibía era el baustismo, y después el Santo Oficio se encargaría de que observara y respetara la religión católica.

Esta primera oleada de musulmanes en México apenas si dejó rastros en México (sic). Sin embargo, como dice Ikram Antaki, mucha de la cultura islámica venía ya dentro de la cultura de los españoles que la dejan dentro de la arquitectura colonial como lo muestran la capilla real de Cholula, el Rollo de Tepeaca, los alfarjes, celosías, zaguanes, acequias, norias, alcabalas, cultivos y sistemas de irrigación que tanto contribuyeron al desarrollo de la colonia.

Dentro de estos existe un subgrupo de musulmanes que llegó a México durante la intervención francesa. Durante los años de la intervención, el célebre Mohamed Saíd, cuyo precepto había sido Ferdinand de Lesseps, todavía gobernaba Egipto. Saíd gobernó Egipto de julio de 1854 a enero e 1863, y le otorgó a su antiguo maestro la concesión para construir el canal de Suez, con lo que trabó una estrecha amistad y alianza con el emperador Napoleón III.

Lilia Díaz en la Historia General de México (1997), de El Colegio de México, dice: “Napoleón le pidió al sultán de Egipto un batallón de negros del Sudán y de Nubia…”, dicho batallón llegó a Veracruz desde Alejandría. “El aspecto de estos negros espantaba a la población del puerto y se esparcieron infinidad de consejas acerca de ellos: se decía por ejemplo que eran antropófagos… Llevaron a cabo varias excursiones en los alrededores de Veracruz donde se distinguieron por su valor, buena puntería y disciplina… De los 447 individuos embarcados en Alejandría el 8 de enero de 1863, regresaron a esta ciudad el 27 de mayo de 1867, 321 personas.”

Esto quiere decir que 126 egipcios se quedaron para siempre en México. Un grupo de investigadores que estuvieron de visita en la Universidad de las Américas-Puebla a principios de los años noventa, trataron de indagar el paradero de esos egipcios, pero no encontraron nada. Al parecer este contingente de musulmanes egipcios y sudaneses, terminó integrándose totalmente a la sociedad mexicana. Se dice que en la comunidad de Coyolillo cerca de Jalapa, Veracruz, hay una gran cantidad de población negra, la cual habrá que investigar si son descendientes de estos inmigrantes.

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El Islam en otros países, tales como Colombia, Argentina, Brasil, y Uruguay, también se incluye en el libro. Asimismo, aspectos como el vínculo estrecho e indisoluble entre religión y Estado, la muerte en el Islam, sufismo o misticismo islámico, entre otros varios temas interesantes, son parte de la obra El Islam en América Latina.

Transcripción por: José Guadalupe Isabeles Martínez.

Opinión Virtual: www.youtube.com/joseisabeles

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