miércoles, 1 de septiembre de 2010

La ley de hierro de la oligarquía

La mayoría de los seres humanos están predestinados por la trágica necesidad de someterse al dominio de una pequeña minoría, a una condición de tutela permanente, y deben avenirse a constituir el pedestal de una oligarquía.” (Robert Michels)

Los idealistas seguimos pensando que algún día, el ser humano tomará las riendas del gobierno que le corresponde, de aquél que se encuentra y rige en su propia comunidad. Seguimos creyendo que un día no muy lejano, la toma de decisiones será como el concepto de poliarquía, de Robert Dahl: el gobierno de muchos (opuesto a oligarquía). No obstante, cada esfuerzo diluido más parece contribuir al entierro de esa gran utopía: la democracia.

Hoy, la postura es apegada a la teoría de partidos políticos y la teoría de la clase política desarrollada por Gaetano Mosca. Este último, declaró con gran precisión que, no es posible un orden social muy desarrollado sin una clase política, es decir, una clase políticamente dominante, o en otras palabras, la clase de una minoría.

Es esto lo que ocurre en todas partes, o casi todas. En México por ejemplo, basta saber que quienes toman las decisiones en el Congreso de la Unión (léase cámara baja y alta), conforman un grupo reducidísimo de líderes de bancada. O dicho de otra forma, el país es gobernado por 5 o 6 personas, desde el Congreso. En las entidades y municipios, ocurre exactamente lo mismo.

El fallecido sociólogo alemán, Robert Michels, puntualiza que “quien dice organización, dice oligarquía.” Y va en ese tenor la frase que lo lanzó a la palestra pública mundial: “La ley de hierro de la oligarquía.” Con esto enfatiza que, las luchas históricas más antiguas, siempre han sido “luchas entre una antigua minoría que defendía su predominio real, y una minoría nueva y ambiciosa dirigida hacia la conquista del poder” (Los partidos políticos 2, 1996, Amorrortu editores, p. 165).

Vale la pena recordar, aquí, la obra de Vilfredo Pareto, sobre la circulación de las élites (Théorie de la circulation des élites), que básicamente señala que los grupos en el poder son remplazados por élites nuevas. Aunque para esto, Michels lo contradice sutilmente, pues lo que ocurre en la praxis es un proceso continuo de “mezcla”, donde los antiguos elementos “atraen, absorben y asimilan” a los líderes o grupos nuevos. De alguna forma, la clase gobernante circula, pero no es reemplazada tal cual.

Siendo más claros, quien habla de poder, habla de dominio, y así, todo dominio presupone la existencia de una masa dominada. O una relación natural entre los cuadros dirigentes y los dirigidos. De cualquier manera, la relación entre la clase dirigente y la dirigida, debe tornarse recíproca. Una relación donde la búsqueda de metas se realice con el mayor de los ímpetus defendida y priorizada por la cúpula siempre, y no que termine siendo substituida por intereses ajenos al origen de la organización.

Este aspecto lo enfrentamos en los partidos o en cualquier estructura organizativa, diría Michels, ya que, tarde o temprano el partido termina volviéndose un fin en si mismo en lugar de medio para respaldar y perseguir proyectos comunes. Siendo así, y ante la inevitabilidad que ello supone, los ciudadanos debemos empezar a ser parte de esa mezcla dentro de la clase gobernante, luchando por que la ley de hierro de la oligarquía, pronto termine siendo una barrera colapsada.

Opinión Virtual: www.youtube.com/joseisabeles

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