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El sábado 13 de marzo a las 14:30 horas, cerca del puente internacional que une ciudad Juárez con El Paso, Texas, fueron asesinadas tres personas relacionadas con el consulado estadounidense. Lesley Enriquez, empleada del consulado, así como su esposo (ambos norteamericanos) fueron asesinados, dejando vivo en el vehículo a su bebé de 7 meses. Cerca del lugar también fue ultimado un mexicano esposo de una empleada del mismo consulado. El acontecimiento resultó un “crimen indignante”, así lo declaró la secretaria del Seguridad Interior de Estados Unidos, Janet Napolitano.
El hecho ya genera una cooperación estadounidense por encima de la soberanía mexicana, y pocos dicen algo. Llama la atención que Obama se muestre “indignado”, como lo expresó la Casa Blanca: “El presidente siente muchísimo y está indignado ante las noticias de los brutales asesinatos de tres personas vinculadas al consulado […]. Trabajaremos incansablemente para llevar a los asesinos ante la justicia”. Así será, como incansablemente resolvieron el caso de Enrique Camarena.
Llama la atención que los mexicanos no nos indignemos ni elevemos la voz ante las barbaridades estadounidenses en la historia. Se indignan siendo el mayor consumidor mundial de droga; mientras han derrocado gobiernos enteros; cuando han impuesto al mundo cuanto antojo les ha parecido; mientras han sido incapaces de castigar con su “democracia” a presidentes como Richard Nixon (léase Watergate). Reconozcamos a estas muertes como el costo de una guerra que libramos los mexicanos, por culpa (entre otros tantos) de los gobiernos y establishment de un país que hoy se desvanece como actor hegemónico.
Exhortemos a Hussein Obama a recordar que recibió el premio Nobel de la Paz mientras hace la guerra, una guerra hoy convertida en esperpento (Afganistán e Iraq). ¿Por qué no se van y se meten a Irán? Bien dicen que “el miedo no anda en burro”. Entonces, tales muertes son producto de una corresponsabilidad. Ahora bien, dicen que pensarán en la posibilidad de colocar aviones fronterizos a control remoto como en Afganistán ¿Para qué? Si seguramente no servirán de nada, igual que en el país asiático.
Cuando mataron al agente encubierto de la DEA, Enrique “kiki” Camarena (1985), adscrito a la Oficina Residente en Guadalajara, Jalisco, el evento provocó la Operación Leyenda: “la investigación más extensa que la DEA haya emprendido jamás”, para atrapar a grandes capos de la droga como Ernesto Fonseca, Miguel Félix Gallardo y Rafael Caro Quintero, entre otros (Drug Enforcement Administration). Seguramente la ‘operación consulado’ tomará lugar.
El crimen reitera el resquebrajamiento de códigos conductuales de y entre criminales, asesinando a sus pares y también a inocentes, pero no vengan ahora los medios ni el gobierno mexicano a arrodillarse frente al coloso, uno exhausto y débil por sus propios excesos, mismos que jamás ha castigado. Protejamos la dignidad y el valor de los mexicanos tantas veces pisoteados, y más allá el de la humanidad toda. El carismático Obama no sólo tiene qué poner atención enérgicamente tras estos acontecimientos, sino también tras aquellos hechos horripilantes y espeluznantes de sus propios soldados en que asesinan civiles o incurren en vejaciones.
El hecho ya genera una cooperación estadounidense por encima de la soberanía mexicana, y pocos dicen algo. Llama la atención que Obama se muestre “indignado”, como lo expresó la Casa Blanca: “El presidente siente muchísimo y está indignado ante las noticias de los brutales asesinatos de tres personas vinculadas al consulado […]. Trabajaremos incansablemente para llevar a los asesinos ante la justicia”. Así será, como incansablemente resolvieron el caso de Enrique Camarena.
Llama la atención que los mexicanos no nos indignemos ni elevemos la voz ante las barbaridades estadounidenses en la historia. Se indignan siendo el mayor consumidor mundial de droga; mientras han derrocado gobiernos enteros; cuando han impuesto al mundo cuanto antojo les ha parecido; mientras han sido incapaces de castigar con su “democracia” a presidentes como Richard Nixon (léase Watergate). Reconozcamos a estas muertes como el costo de una guerra que libramos los mexicanos, por culpa (entre otros tantos) de los gobiernos y establishment de un país que hoy se desvanece como actor hegemónico.
Exhortemos a Hussein Obama a recordar que recibió el premio Nobel de la Paz mientras hace la guerra, una guerra hoy convertida en esperpento (Afganistán e Iraq). ¿Por qué no se van y se meten a Irán? Bien dicen que “el miedo no anda en burro”. Entonces, tales muertes son producto de una corresponsabilidad. Ahora bien, dicen que pensarán en la posibilidad de colocar aviones fronterizos a control remoto como en Afganistán ¿Para qué? Si seguramente no servirán de nada, igual que en el país asiático.
Cuando mataron al agente encubierto de la DEA, Enrique “kiki” Camarena (1985), adscrito a la Oficina Residente en Guadalajara, Jalisco, el evento provocó la Operación Leyenda: “la investigación más extensa que la DEA haya emprendido jamás”, para atrapar a grandes capos de la droga como Ernesto Fonseca, Miguel Félix Gallardo y Rafael Caro Quintero, entre otros (Drug Enforcement Administration). Seguramente la ‘operación consulado’ tomará lugar.
El crimen reitera el resquebrajamiento de códigos conductuales de y entre criminales, asesinando a sus pares y también a inocentes, pero no vengan ahora los medios ni el gobierno mexicano a arrodillarse frente al coloso, uno exhausto y débil por sus propios excesos, mismos que jamás ha castigado. Protejamos la dignidad y el valor de los mexicanos tantas veces pisoteados, y más allá el de la humanidad toda. El carismático Obama no sólo tiene qué poner atención enérgicamente tras estos acontecimientos, sino también tras aquellos hechos horripilantes y espeluznantes de sus propios soldados en que asesinan civiles o incurren en vejaciones.
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Opinión Virtual: www.youtube.com/joseisabeles
Correo: joseisabeles@hotmail.com
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