jueves, 28 de enero de 2010

Cuando las palabras tienen precio


2 de mayo 2009. Tomé mi teléfono y envié un mensaje. Jamás imaginé a dónde llegaría todo. La respuesta fue pronta (19:51 horas): Es cierto. Hay más información. ¿Cuál es su interés y cómo podemos saber que ustedes no son sus sicarios? Lo que me tranquiliza, es que lo que a continuación leerá, queda entre nosotros, y me quita así la preocupación de que alguien se enteraría. Que quede claro, esto no es una verdad mas tampoco es mentira, menos refleja esto un juego, pues en todo caso se estaría jugando la vida misma.
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Se acercaban los procesos electorales y yo deseaba buscar más antecedentes de R…, poco se sabía. Me di un clavado en el mar de recursos que provee Internet, en los periódicos. Buscando entre los variados resultados, uno de ellos llamó mi atención, se trataba de una noticia que implicaba a R…. En la nota se aseveraba, enfrentaba una demanda por “delincuencia organizada”. El demandante acusaba a R… y a otros de amenazas de muerte, y de quererle quitar su “ranchito”, como después me diría el señor U… El problema: el rancho había sido vendido dos veces.
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El señor U… tenía (o tiene) unas cuantas hectáreas que constituyen un rancho, pero la propiedad es codiciada en demasía, pues se ubica en uno de los destinos de playa más importantes de México, donde sus aguas son vírgenes y las inmobiliarias en colusión con las autoridades del lugar, tuercen las leyes y roban literalmente a los propietarios de esas tierras, pagándoles el metro de tierra al ridículo precio de “un dólar”, para construir y beneficiarse del turismo.

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El 2 de mayo, estuvimos en comunicación hasta las 23:39 horas, cuando allá era una hora de diferencia. No lo podía concebir, había mantenido mis primeros contactos con el demandante, con el afectado quien imploraba justicia y apoyo. Desde entonces, la información fluyó, aunque no como yo hubiese querido, pues por momentos sentía que corría peligro, tal vez por ello la comunicación se pausó por semanas. Durante ese periodo, me hizo saber que estaba punto de destapar “una cloaca”, que había sufrido ya intimidación y las amenazas de muerte eran recurrentes, sus abogados fueron comprados. El periódico que había dado las primeras y únicas noticias, desistió sin razón. Ya no hubo más, ¿quiere adivinar por qué?

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Hemos tenido contacto de nuevo. La última vez que hablamos parecía la justicia le daría la razón; hoy, pasó “de agraviado a procesado”, los papeles se invirtieron y la injusticia le asecha. El señor U… necesita ayuda urgente, me ha pedido auxilio. Estoy por recibir más información, documentos oficiales, fotos, testimonios fidedignos, pruebas y todo aquello necesario para escribir un libro y salir a la luz pública. También me ha pedido viajar para visitarle. ¿La verdad?, no sé qué hacer, porque si todo es cierto, muchos piones caerán, torres serán derribadas, alfiles desaparecerán, y entonces no querré saber que estas palabras tienen precio, porque no estarán en venta.
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