José
Isabeles
Leyendo uno de los trabajos
de las investigadoras Mercedes González
de la Rocha y Paloma Villagómez,
donde plantean una comparación entre el instrumento etnográfico y la
realización de encuestas en la investigación social, me encontré con algunos
aspectos que me parecen interesantes. Las investigadoras tratan de explicar
cómo el aislamiento social está
relacionado con la pobreza de las
personas, pero a la vez interviene otra variable de estudio como es las redes sociales, pero no las virtuales,
sino las de calle, las que permiten estrechar la mano y tomarse un café con
alguien.
En algún punto de la
descripción investigativa, tanto González como Villagómez intentan relacionar
la pobreza como consecuencia de la falta de relaciones sociales (o redes
sociales), y por el contrario podría pensarse en el supuesto de que; quienes
son ricos o se encuentran en una situación socioeconómica más favorable, lo son
por el gran número de redes sociales que han establecido: amigos, compadres, padrinos,
vecinos, con quienes han construido relaciones
prósperas de amistad y a profundidad. Sin embargo sobre dicho supuesto,
diríamos que la riqueza no necesariamente sería consecuencia de dichas redes
sociales, en tanto que hay personas profundamente individualistas y de pocos
amigos que son ricos o viven en mejores condiciones económicas que aquellos que
tienen una innumerable lista de contactos cercanos.
Uno de los aportes de la
investigación, señala que se puede “observar el florecimiento de relaciones sociales en contextos de bonanza económica”, lo que podría
parecer obvio, ya que al tener más dinero una persona puede contar con la
solvencia para mantener esas redes sociales en persona. Se enfatiza que “a
mayor cercanía física… económica y social, mayor confianza y más frecuentes
intercambios”, esto quiere decir que las redes sociales persona-a-persona,
producen mayores interacciones en dar
y recibir recursos diversos, tales como reciprocar favores, dinero, tiempo, u
otros.
Sin lugar a dudas, alimentar
esos vínculos sociales cuesta dinero, tiempo y esfuerzo; tomar un café con otra
persona, dirigir una llamada telefónica o mantener comunicación vía Internet,
requiere al menos una inversión económica destinada al mantenimiento de esas
redes, que en la medida en que maduren podrían resultar más y más fructíferas,
generando un clima social de ganar-ganar.
Twitter: @joseisabeles
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