LPL José Isabeles
México se ubica geográficamente en un lugar privilegiado, justo al lado del País protector y policiaco del mundo: Estados Unidos; sin embargo lo que pudiéramos tomar como las bondades del sistema en general como de justicia y económico (dentro de lo que cabe) de la nación de la bandera estrellada, no es algo que se refleja en la nuestra. El mundo de contrastes tan grandes que conformamos ambos países, ejemplificando, en la frontera, queda exhibido tan solo al visitar la garita San Ysidro, viniendo se San Diego y adentrándose en Tijuana. Un País rico y un País pobre en convivencia, donde pareciera que lo único que se refleja son las artes de lo banal.
Aunque armas, drogas, indocumentados e infinidad de delitos fulguran en México, me enfocaré en el campo de lo banal, englobado en aquél ensayo de Mario Vargas Llosa a través del cual se plantea la suicida idea de que, para la sociedad contemporánea “el único fin de la vida es pasársela bien” (La civilización del espectáculo. Periodicoelguardian.com). Es así que por antonomasia, el pasársela bien rechaza en todo momento el conflicto, la crispación, el encono, la polarización, la indignación activa y todo lo que se le parezca.
Cuando expreso que nuestro México se ha occidentalizado, el proceso ha podido ser lento o rápido, según la perspectiva, mas consiste en un proceso ineludible. Los mexicanos han adoptado formas y conductas de mercado, o sea de moda, o asociado con los lujos y el hecho de ser muy mainstream. Asistimos ya, no únicamente a integrarnos, sino a echar raíces en la burbuja cultural de lo banal, donde lo seriamente importante no es lo que debería.
Con el rechazo sobreviene el hecho insólito de aceptar lo que nos llega impuesto o como por arte de magia. Lo que algunos observan como la imposición del viejo régimen de complicidades del PRI, que ya regresó y aunque no necesariamente se fue con el PAN; otros más lo aprecian como un hecho natural del sistema electoral donde uno tiene que perder, en este caso el máximo líder de la izquierda nacional, hoy incapaz de consensuar gestos y acciones de grupos insurgentes como del EZLN, misteriosamente. Con su indiferencia, el zapatismo secundó un proyecto rancio y vetusto de nuevo empaque y gracias a la mercadotecnia. Tal como tantos productos mercadeados décadas atrás que hoy se colocan en los aparadores con un toque de fantasía.
Se explaya Vargas Llosa sosteniendo que todo, o casi todo cuanto hoy tenemos ha sido trastocado por estas artes de la banalidad y lo pueril, ni siquiera el sexo hoy se escapa, acto en el cual lo único que importa es la penetración. Hoy, el tener ayuntamiento o copula entre seres humanos ha prescindido del ritual de iniciación en el que el erotismo, parafernalia y encantamiento de ello no recae en solemnidad alguna. Así estamos hoy en la política.
Teniendo en cuenta el ejemplo sobre lo austero del sexo, en la política igualmente se vive tal “austeridad”, no existe magia alguna y los ciudadanos con capacidad de voto únicamente se fijan como objetivo aquí, la penetración (léase acudir a sufragar). De ahí en más nada. Eh, aquí, su más grande placer satisfecho. Todo se va desprendiendo de la liturgia del ser, cayendo así en actos fulminantes y sin vida.
En este modo nos hemos alejado del pensamiento crítico, de su pleno ejercicio ante la más mínima situación de indignación. El ciudadano en México ha optado por dejar de pensar para consumir y masticar aquello que nos dan los multimedios nacionales e internacionales “ya pensado” y masticado, para así solamente ingerir sin chistar. Esa es la masa acrítica que se ha edificado, donde la colectividad mil veces se pregunta sobre el propósito de la vida, no encontrando una respuesta es incapaz de generarla impulsando todo cuanto sea necesario emprender. Es así que perdemos la capacidad de soñar, crear, y transformar, ante el adormecimiento de nuestras libertades, convirtiéndonos en autómatas de un sistema por demás perverso y ruin.
PD. El 6 de noviembre hay elecciones en EE.UU., de ello depende en gran medida el rumbo de este planeta en términos de guerra; aunque a decir verdad, los señores del mundo bélico sólo necesitan de una figurilla, sea demócrata o republicana.
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