miércoles, 15 de diciembre de 2010

Un cementerio de ilusiones

Por José Guadalupe Isabeles Martínez

Escribo esto en memoria del olvido, porque es lo último que a mí me queda, porque quizá y con grandes proporciones de suerte alguien podría llegar a encontrar un día. Con suerte caerá en manos de una criatura pensante, la primera o la última, como sea, pero no en manos de una simple criatura que de antemano ya lo arruinó todo.

Esto es, en efecto, el final de la historia, y es entonces la última criatura de ella quien escribe. Y es que os quiero compartir que la vida histórica es y ha sido un cementerio de ilusiones, un vil cementerio donde yacen enterradas las raíces del presente.

Ya no recuerdo cuantas civilizaciones gloriosas se han postrado egoístas sobre la faz de lo que un día y con absoluta certeza, fue después casi su eterno sepulcro, pero al fin y al cabo eterno porque para ellas ya nunca hubo mañana. Lo que sí recuerdo es que desde que el mundo es mundo esto es así. Se vive por los siglos de los siglos un proceso cíclico incesante.

Es por ello que me senté en el lado este, aquí donde las cosas comienzan. No pensé siquiera en el lado oeste, allá donde las cosas tienen fin. Por el este se asoma el sol, en el oeste termina el día. Es esto lo que prometí a mi mismo nunca olvidar, por el nuevo fruto de una civilización más, porque escribo esto en memoria del olvido.

Es este el momento en que la vida ya nos alcanzó y ha terminado casi por consumar la civilización de la que hasta hoy fui parte. En nuestro proceso de aprendizaje alcanzamos la cúspide del desarrollo y con ello atendimos baños profanos de todo el éxtasis posible. Pero todo acabó. Constituimos una gloriosa civilización y no sólo una civilización, sin embargo los pilares de nuestra era tampoco resistieron el colapso.

La decadencia de las civilizaciones ha escrito rasgos propios y distintivos, pero hay una peculiaridad transversal que las corta a todas y termina por partir a cada una de ellas por igual. Hablamos del olvido. No obstante la etapa del olvido es tan sólo parte ínfima de esta postrimería, el olvido resulta prolongado, desesperado, aunque no interminable.

Las criaturas comienzan por olvidar todos los valores cimientos de su ascendencia, olvidan su estirpe y su primera existencia. El respeto y los escrúpulos hacia el más pequeño detalle se encierran por completo. Un día la criatura empieza por creer la cosa muy fácil y en ese protervo día renuncia a la ortodoxia, a seguir siendo lo que era antes. Un buen día lo intentan todo de nuevo, mas el proceso irreversible se ha desatado.

Tras ni siquiera reflexionar sobre cuán afortunados son de vivir su época, continúan defenestrando lo que verdaderamente tiene valor significativo. Olvidan luego que pudo no haber existido un comienzo para salir así del impasse de bienestar y armonía y entrar en el principio de su autodestrucción mutua asegurada.

Es por estos tiempos en que la vida ya ha perdido todo valor original, substituido por “monedas” y “billetes” como aquellos que utilizaran los llamados “humanos”, que no lograron ni un estado de progreso o bienestar permanente, y que por fin afortunadamente desaparecieron.

Las criaturas olvidan la capacidad algún día protagonizada. Unas van siendo relegadas por las imparables guerras que continúan amasando su gran poder de olvido, mientras los líderes y combatientes llegan imbuidos de su propia actitud bizarra al filo de lo que alguna vez pensaron eterno. Así van perdiendo sus capacidades mentales y motrices.

Toda habilidad y reducto de pensamiento se extingue con el tiempo. Se pierde el habla y el más mínimo sentido de supervivencia. Se abre paso a la eclosión de las últimas criaturas y con ello a las nuevas mutaciones. Así se pierde todo y renace de nuevo la esperanza.

Finalmente, resulta imposible aplicar el método de prueba y error a este universo, porque en lo inconcebible de su enormidad todo se olvida, y el testimonio remanente será jamás comprendido por las nuevas criaturas. No penséis entonces vivir un día una vida normal dado que ésta ni siquiera existe, sólo existe la vida. Punto. No pretendáis controlar el espacio o el tiempo, mucho menos convertir en antropomorfismo el origen de dios, un dios sin forma y sin tiempo… porque escribo esto en memoria del olvido.

Opinión Virtual: www.youtube.com/joseisabeles

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