jueves, 1 de octubre de 2009

Déficit Político

Winston Churchill decía que la democracia era de los sistemas políticos, algo así como el menos peor, por la serie de externalidades negativas: no ponerse de acuerdo, desperdiciar tiempo en someter a la voluntad general la toma de decisiones, cuando para ello presidentes o congresistas tienen asesores, determinando la mejor decisión y por qué. Por ejemplo, todo el tiempo que se está desperdiciando en “discutir” la Contribución para el Combate a la Pobreza (CCP), si presumiblemente se aprobará como al titular de la PGR.

Porque el pueblo delega facultades, sin embargo, cuando éstas reflejan una mala respuesta y están debidamente sustentadas, entonces se puede estar de acuerdo con el reclamo popular. Pero aquí tendríamos qué hablar, quizá, de un beneficio inmediato o a largo plazo, que quizá el pueblo, más allá de no poder entender, no querrá aceptar, pero ello es tema de otra ocasión.

En estos días hemos visto las comparecencias de secretarios de Estado ante el Congreso, y vemos en ello un despilfarro insoslayable de oportunidades. A los congresistas se les paga como a los mejores, pero tenemos a los peores. La gota que ha venido derramando el vaso, es la misma, aquella que refleja capacidades desaprovechadas, voluntades desperdigadas, intereses defectuosos. Los parlamentarios insultan, lanzan diatribas, gozan de lo lindo, mas no se empecinan en trabajar por la nación. El Congreso de la Unión en particular, cuesta bastante del tesoro nacional, pero en la praxis no se obtiene ni al menos su equivalente en desempeño.

Gerardo Fernández Noroña (PT), es ejemplo de esto, también Porfirio Muñoz Ledo (PT). Ambos ejemplos de la patanería que priva en nuestro magnánimo cuerpo legislativo. Independiente de su coeficiente intelectual (IQ), la arrogancia de sediciosos como éstos es imperdonable. Entiendo que puedo estar desperdiciando mi tiempo, simplemente recuerdo lo vergonzoso de algunos “representantes”.

El déficit político es enorme, sólo abona al descontento del pueblo mexicano, a profundizar sus decepciones, a minimizar sus aspiraciones de mejor país, a desligarse de México, y en la práctica a desprenderse de la obediencia a las leyes, pero sobretodo a la obediencia del Estado, porque por más que se piense en el anarquismo como forma ideal en sociedad, donde no exista gobierno alguno, instituciones, policía, etcétera; surgirá siempre la necesidad de las normas, y por tanto de las leyes y como consecuencia de una autoridad que las haga cumplir, sometiendo entonces la voluntad general a fines comunes o generales.

El clamor de esta tierra es elevar a pasos agigantados el nivel del quehacer político, en el debate parlamentario, respetando formatos establecidos para una discusión, donde prive la civilidad y no la barbarie. Un México donde exista un sistema político altamente competitivo, donde los mejores o las mejores propuestas se sustenten por encima de intereses o ideologías. Un sistema donde priven también las leyes no escritas pero inherentes al desarrollo en cualquier circunstancia. Un México donde sí se sancione el más mínimo delito, porque como argumenta el Dr. Víctor López Villafañe (ITESM): “delito que no se castiga, se repite”.

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