jueves, 23 de abril de 2009

LA SÉPTIMA REFINERÍA: 30 AÑOS DESPUÉS



México construyó su última refinería en 1979, tres décadas después, se observa más clara la decisión de construir una más, la séptima. Y es que actualmente hay seis en el país, que abastecen la demanda creciente de los mexicanos. Su construcción conllevará un lapso de cuatro o cinco años, y según Pemex Refinación, el primer barril de gasolina (de dicha refinería) podríamos bendecirlo en 2015.


Diez entidades fueron las que pelearon por abrazar el proyecto, todas desfilaron, pero sólo una fue la elegida. El estado fue Hidalgo, el lugar, Tula. ¿Qué se consideró? Aspectos técnicos-económicos, que partieron de la evaluación escrupulosa de los proyectos estatales de viabilidad. Por ejemplo, la distancia a los centros de mayor consumo y mayor déficit de combustibles; y el costo del transporte.


No se debería decir que la decisión fue más política que técnica, aunque mucho se diga que desde antes se sabía que Tula sería la elegida. Lo que sí creo es que se actuó con mayor responsabilidad, aunque le haya dolido al “presidente legítimo”, y se haya visto impedido a armar movilizaciones debido al proceso electoral en puerta.


Vemos entonces un mayor incremento de la capacidad de refinación, y desde luego de hacer menos dependiente al país de empresas extranjeras que sí cuentan con tecnología y dinero que no hay aquí, y mucho menos con una reforma energética que lo único que fortaleció, fue la sentencia de que “el petróleo es nuestro y debemos defenderlo”.


Es plausible la decisión tomada por Pemex, cuando la zona Centro-Occidente consume 60% de la demanda de destilados del país y tiene un déficit de suministro de 57%. Pero también se debe apreciar que 3.4% anual es el incremento de la demanda de gasolinas de 1980 a 2008. Y por supuesto mencionar la abrumadora cifra de 340 mil barriles de gasolina diarios que se importan del extranjero, lo que representa el 42.5% del consumo total, y significa una derrama de 14,400 millones de dólares (Pemex).


Dígase lo que se diga, la medida anunciada es vista con buenos ojos por los mexicanos, aunque nunca falta el pesimismo, en lugar de reconocer que Pemex es una de las paraestatales más importantes del mundo, según Petroleum Intelligence Weekly, que en 2000 la catalogó en sexto lugar, en 2004 en noveno, y en 2007 en el once. Tristemente en declive.


Muchos dirán “¿y a mi en qué me beneficia?”, tal vez no en mucho, porque la gasolina te la seguirán vendiendo de acuerdo a precios internacionales, de esa manera el Estado acapara más recursos. Lo que sí es que moderniza al país, y le provee de mayores oportunidades de crecimiento.


Es aterrador concebir al país sin Pemex, ¿sin petróleo? Nos la jugaríamos simplemente, y aprenderíamos a invertir en ciencia y nuevas tecnologías (más del 1% del PIB), para dejar de ser tan dependientes de un recurso agotable, atados al petróleo, llenos de conformismo, indiferencia, y desinterés por el futuro, mismo que se encuentra en las invenciones, en la industria, pero con un eje de armonía con la naturaleza.

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