martes, 20 de junio de 2017

La ruina del país

LPL José Isabeles

En esa era de la globalización, donde los habitantes del país se embelesaban con los triunfos de equipos de futbol nacionales, con la embriaguez de las llamadas redes sociales, las series de televisión ahora por esquemas digitales o la liturgia de la religión; se cocía a fuego lento el gran espectáculo de todas las pequeñas partes del sistema dominante, que confabulaba sutilmente en contra de todo un país.

Mientras aquello ocurría, y en medio del falso espejismo de una república moderna o posmoderna, como se referían a ella las grandes corporaciones pro-oficialistas; un grupo de hombres, qué digo hombres, un puñado de hombrecillos sin miramientos, afinaba últimos detalles en el sótano de aquella antigua mansión, con vestigios de potencia explotadora que otrora colonizó y sometió las fértiles tierras y raíces de este pueblo; los destinos de millones y millones de personas en la república.

La gente vivía enajenada, por una razón u otra, muchos perdiendo el tiempo trabajando para mantener (sin saberlo), a ese puñado de truhanes y sus gazapos; otros buscando ganarse una vida, una vida que muy pronto no les pertenecería. La suerte estaba echada, se preparaba desde los sótanos de aquella antigua fortaleza, la quiebra económica y financiera del país.

Quien lo iba a decir, el pueblo entero era gobernado por una maña de embusteros, políticos apátridas, sí, otros empresarios de alta cepa, jueces y por supuesto, la clase militar bien representada. La decisión se había tomado, y el plan había sido escrito. El caos se orquestaba muy a pesar del taimado presidente del país en turno. Necesitaban sacudir al pueblo para imponerles nuevas deudas y con esto nuevos miedos, pero ésta como aquella de hacía apenas 22 años, era la madre de todas, y no serían 120 mil millones de dólares, la cifra era espeluznante, tanto que no me atrevo a siquiera decirla.

No había mucho por hacer, la oligarquía tenía muy bien organizada a su camada de peones y recibía el apoyo casi ilimitado de esos mercenarios extranjeros. La nueva estructura de sometimiento estaba en marcha y a la espera del toque final. Aceitarla generaría miles de millones de libras en ganancias, que se irían directitos a arenas internacionales.

Chile en otro siglo y, recientemente la pobre Venezuela, constituían ejemplos de los embates ultraconservadores, del boicot que la superestructura global imponía sin recato; de aquellos pequeños hombres a veces disfrazados de izquierda, centro o derecha, según fuera el caso, o mejor dicho, el negocio. Y que vendían su conciencia a otros y hasta la esperanza de sus pueblos.

Incesante, la época seguía su marcha, pero nada cambiaba para el pueblo oprimido; todo sí, era abundancia para la reducidísima clase ladina que ese séquito encarnaba. La ruina del país estaba echada, no importaba qué ni cuando, sólo importaba el éxito en cada una de las fases de ejecución. El final de año estaba cerca, y ciertamente no sería un buen final, para ello no habría las suficientes razones, más el pueblo sería el último en saberlo.



Twitter: @joseisabeles
Correo: isabelesjose@gmail.com

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