jueves, 19 de abril de 2012

Una mujer llamada Aisha

Qué iban a pensar ellos que vendría a este mundo por sí sola y sin la asistencia de los médicos.

LPL José Isabeles

Su llamada vía teléfono móvil había llegado antes que el timbre del despertador. ¿Ya? –Sí, los dolores comenzaron a las 03:00 horas, se repiten y en cuestión de segundos desaparecen. Pero ya, le decía ella. Y, ¿qué hago? –¡Pues vente! Soltó la mujer del otro lado de la línea. Como pudo se paró de la cama y fue directo al baño.

En esos instantes recordaba el origen del nombre Aisha. Para esta ocasión el nombre había sido del agrado de ambos, no solo por lo poco común sino por el antecedente histórico. Aisha, nombre de origen árabe musulmán, había sido el apelativo de una de las esposas (la más joven) del profeta Mahoma, fundador del Islam, una de las religiones monoteístas más predominantes del mundo. Transmitió en su momento los hadiths (dichos) del profeta, siendo también fundadora de la jurisprudencia islámica que se estudia en las universidades islámicas desde hace mil años.

El manejo al volante transcurriría por 90 minutos. Entre pozos y baches proseguía su camino con la mirada fija y una mente en el armado de ilusiones. El camino se convertiría así en el inicio de los sueños al lado de una nueva mujer. Imposible recordar haber vivido algo así en otra vida. Al llegar, él mismo valoró a su mujer pese a no ser médico, para después contar con la apreciación a través del tacto de un médico, este sí, certificado. Saldrían horas después rumbo al hospital que más tarde les haría fruncir el ceño.

La parada obligada fue justo a un costado de la carretera para bajarse y caminar junto a ella. Ir y venir, ir y venir… Los dolores habían cesado y su médico de cabecera recomendó tomar té de clavo. Era ya el momento. El té hizo su efecto y el proceso comenzó a evolucionar. Una vez allá imposible evitar la indiferencia y mal trato de médicos y enfermeros(as) por igual. Pero así era esto en instituciones públicas y de gobierno. Una vez cruzando ella esa puerta él habría de esperar, solo esperar.

Lo que no sabrían sino hasta cerca de las 4 de la mañana, es que la fuente se le reventó en plena camilla, y los comentarios de médicos no eran otra cosa que “espere”, “ahora vuelvo”, “no se preocupe, no pasa nada”, “en un momento la pasamos a quirófano”, etc. Aisha empujó y su madre pujó. Ambas lucharon por consolidar así el milagro de la vida, el milagro de esta nueva vida. Tras el llanto de la criatura, médicos y enfermeros(as) corrieron en atención a la mujer. Aisha nació sola –reitero, sola- en la camilla y no en el quirófano, como debe ser. Un “disculpe usted” bastó para resarcir el daño.

Pasaban las 02:15 horas del día siguiente (miércoles), y ya solicitaban la presencia de un familiar. “Nacimiento: 23:18 horas; Peso: 3.145 kgs; Estatura: 50 cms.”, se leía en un pedazo de papel que le entregaron. Lo que no sabía es por qué hasta esa hora estaban avisando del resultado del parto. Mas se trataba del Seguro Social, qué se podía esperar. Como sea, aún habría que hacer tiempo sentado hasta después de las tres de la mañana para verles. Ya de nuevo en la carretera hacia a Sayula, Jalisco, pensaba si esta forma tan singular de su nacimiento tendría algún significado en especial…

PD. Con gran amor. A mi hija Aisha y a la mujer que le dio vida.

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