El primer territorio que obtuvo su independencia (en occidente) de un imperio, en este caso del francés, fue Haití (isla pobre del Caribe), proclamándola en 1804. El resto de las emancipaciones se lograrían después, considerando como causa fundamental de su propagación: la invasión napoleónica al gran imperio español (1807-1808), entre otras.
Tiempo después, se dio la formación militar. Una vez consumadas las independencias (al menos en teoría), esas organizaciones militares se ocuparon de gobernar los distintos territorios asediados tanto por criollos nobles como por militares. La desorganización así como la concentración del poder, ayudaron a que los militares se postraran en el ejercicio gubernamental, aun cuando muchos eran antes bandoleros. A diferencia de Estados Unidos luego de 1776, se llevó a cabo un desmantelamiento militar para evitar algo: el caudillismo.
A la postre, disputas internas, la incipiente institucionalidad y las leyes, dieron como resultado el nacimiento de gobiernos civiles. Con ello se daría paso a otra fase, que sería la reestructuración del aparato militar, reflejada a través de la profesionalización de los mandos y bases. Así como lo hizo la Iglesia Católica al sumirse en un profundo adoctrinamiento, que partió de posturas relajadas que lejos de fortalecer, desgastaban (Alain Rouquié, América Latina, Introducción al Extremo Occidente: 1989).
En otras palabras, los militares se profesionalizaron y se asignaron en tareas propias de la milicia; mientras que los civiles acudieron a salvaguardar la gobernabilidad nacional. Recordemos que desde mediados del siglo XX, no ha vuelto a haber militares en Los Pinos. Tristemente el país se encuentra sumergido en la crisis económica, el combate a la inseguridad, la influenza, y la situación política deplorable, aunado a todos los problemas habituales que dan origen a tanta inmundicia.
Todo ello ha traído a los mexicanos desesperanza y confusión, porque es una contrariedad en algún punto, que el líder de la organización delictiva La Familia, Servando Gómez, alias La Tuta, llame a un programa de TV en Michoacán, y exprese su más sincero respeto al presidente Felipe Calderón y al ejército, y que a su vez exijan una batalla limpia y honorable (entre gobierno y hampa), lejos del atropello y arbitrariedades de la SIEDO y la PFP.
Resulta penoso, aunque no increíble, que el mismo líder señale que Genaro García Luna, secretario de Seguridad Pública del gabinete federal, tiene orden de presentación en Estados Unidos de América, y que esté fuertemente vinculado con la organización rival de Los Zetas, brindándoles de alguna forma protección a cambio de información para entorpecer las actividades de La Familia, así como dar con su paradero.
¿Qué va a ocurrir? Más allá de lo que vaya a pasar, es lo que “tiene” qué acontecer para que el sistema de partidos y sus líderes, comprendan que desde hace mucho torcieron el camino de la rectitud y honorabilidad, ¿y que quienes podrían recuperarlo serían los militares?
¿La paz se conseguirá haciendo la guerra? Una clara muestra de que los gobiernos civiles están en su fase de decaimiento, son los militares en Nuevo León, Cd. Juárez o Michoacán, y necesitan ahora los civiles, profesionalizar al máximo a los miembros del partido al que pertenezcan, y elegir en el momento a los más aptos, que no por ello son los que más trayectoria tienen.
La cúpula militar sólo está a la espera de una oportunidad, de alguien que les tienda la mano y de alguien decidido a tomarla. ¿Sólo así podremos avanzar en un camino en el que nos hemos quedado tan rezagados?, ¿en uno en que el sistema carga todavía con deudas históricas de la Independencia y la Revolución?, ¿Es tiempo? No lo sé, pero tal vez deberíamos reflexionarlo.
Tiempo después, se dio la formación militar. Una vez consumadas las independencias (al menos en teoría), esas organizaciones militares se ocuparon de gobernar los distintos territorios asediados tanto por criollos nobles como por militares. La desorganización así como la concentración del poder, ayudaron a que los militares se postraran en el ejercicio gubernamental, aun cuando muchos eran antes bandoleros. A diferencia de Estados Unidos luego de 1776, se llevó a cabo un desmantelamiento militar para evitar algo: el caudillismo.
A la postre, disputas internas, la incipiente institucionalidad y las leyes, dieron como resultado el nacimiento de gobiernos civiles. Con ello se daría paso a otra fase, que sería la reestructuración del aparato militar, reflejada a través de la profesionalización de los mandos y bases. Así como lo hizo la Iglesia Católica al sumirse en un profundo adoctrinamiento, que partió de posturas relajadas que lejos de fortalecer, desgastaban (Alain Rouquié, América Latina, Introducción al Extremo Occidente: 1989).
En otras palabras, los militares se profesionalizaron y se asignaron en tareas propias de la milicia; mientras que los civiles acudieron a salvaguardar la gobernabilidad nacional. Recordemos que desde mediados del siglo XX, no ha vuelto a haber militares en Los Pinos. Tristemente el país se encuentra sumergido en la crisis económica, el combate a la inseguridad, la influenza, y la situación política deplorable, aunado a todos los problemas habituales que dan origen a tanta inmundicia.
Todo ello ha traído a los mexicanos desesperanza y confusión, porque es una contrariedad en algún punto, que el líder de la organización delictiva La Familia, Servando Gómez, alias La Tuta, llame a un programa de TV en Michoacán, y exprese su más sincero respeto al presidente Felipe Calderón y al ejército, y que a su vez exijan una batalla limpia y honorable (entre gobierno y hampa), lejos del atropello y arbitrariedades de la SIEDO y la PFP.
Resulta penoso, aunque no increíble, que el mismo líder señale que Genaro García Luna, secretario de Seguridad Pública del gabinete federal, tiene orden de presentación en Estados Unidos de América, y que esté fuertemente vinculado con la organización rival de Los Zetas, brindándoles de alguna forma protección a cambio de información para entorpecer las actividades de La Familia, así como dar con su paradero.
¿Qué va a ocurrir? Más allá de lo que vaya a pasar, es lo que “tiene” qué acontecer para que el sistema de partidos y sus líderes, comprendan que desde hace mucho torcieron el camino de la rectitud y honorabilidad, ¿y que quienes podrían recuperarlo serían los militares?
¿La paz se conseguirá haciendo la guerra? Una clara muestra de que los gobiernos civiles están en su fase de decaimiento, son los militares en Nuevo León, Cd. Juárez o Michoacán, y necesitan ahora los civiles, profesionalizar al máximo a los miembros del partido al que pertenezcan, y elegir en el momento a los más aptos, que no por ello son los que más trayectoria tienen.
La cúpula militar sólo está a la espera de una oportunidad, de alguien que les tienda la mano y de alguien decidido a tomarla. ¿Sólo así podremos avanzar en un camino en el que nos hemos quedado tan rezagados?, ¿en uno en que el sistema carga todavía con deudas históricas de la Independencia y la Revolución?, ¿Es tiempo? No lo sé, pero tal vez deberíamos reflexionarlo.
Correo electrónico: joseisabeles@hotmail.com
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