jueves, 18 de diciembre de 2008

¡NO SOY DE AQUÍ, NI SOY DE ALLÁ!


La edición antepasada, semanario SIETE DÍAS (Sayula, Jalisco), tuvo a bien publicar una nota que llamó la atención. Hablaba del otrora presidente municipal de Sayula José María García Arteaga, del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el 2000, quien se desempeñó como diputado local por el PRI en Jalisco, presidiendo la Comisión de Turismo.

La nota manifiesta la participación de Arteaga en el relativamente nuevo partido político: Convergencia, que obtuvo su registro en 1997, de ahí su incipiente participación en la vida política de México. Lo interesante, es que Arteaga “ahora forma parte de Convergencia”.

La verdad saltó a la luz. Arteaga es actualmente secretario de Acción Política en Convergencia, parte del Comité Directivo Estatal. Además, esta considerado en el Plan Estratégico Integral 2009 del partido, como un “nuevo perfil de liderazgo”, según Diego Corona Cremean, Presidente Estatal de Convergencia. Su tabulador de sueldos, menciona que el presidente estatal del partido percibe un salario entre 15 y 22 mil pesos (¿mensuales, quincenales o semanales? El documento no aclara), y los secretarios devengan entre 8 y 15 mil pesos.

El punto a discusión, es el cambio de bandera del ex-priísta García Arteaga, quien lo único que demuestra es su interés por asegurar un futuro propio, futuro que seguramente no encontró en el PRI, pero que sí le brindan ahora en Convergencia.

Julio César Hernández publicó en su blog (14-02-08), el artículo “Ya pienso diferente: García Arteaga”, donde comenta que el ex-alcalde intentó ser parte del panismo jalisciense, pero que no le dieron su beneplácito. Arteaga ha encontrado una trinchera en Convergencia para según él “luchar por la justicia social… con lo que hace falta: el honor". Sin duda no es “honorable” el chapulineo de la clase política, andando de partido en partido.

No debemos ser tan ortodoxos en cuanto al análisis del ejercicio de la política se refiere, en cuanto al comportamiento de los políticos, sino situarnos en un término medio. Uno puede cambiar de trabajo en cuanto encuentre uno mejor, y en ese caso la lealtad a la empresa no entra en juego, simplemente la gente merece vivir mejor. En el caso de la política como instrumento de mediación para generar progreso, cambiar de partido sí implica “deslealtad y poca seriedad”.

Entendamos que la búsqueda del “poder por el poder”, reflejada en la abdicación en un partido para buscar lugar en otro, siempre será mal vista. La lealtad remite estrictamente al honor, a la rectitud y al buen desempeño y aprecio por las instituciones y por México, luchar con disciplina e incansablemente debe ser forzosamente pilar fundamental del ser.

Podemos estar firmes en nuestros principios e ideales con la democracia y con la República, pero ello no debe conceder el libre albedrío para buscar puestos políticos en otros partidos. Que vergüenza excusarse con “formas de dirigirse poco democráticas” de otros partidos, para cambiar de nómina y de puesto (hueso).



Esas actitudes, sólo reflejan ambiciones personales más que sociales, y nos recuerda aquello de “a mi no me den, a mi pónganme donde hay”. Todos anhelamos vivir mejor, pero hoy ya no estamos tan lejos de ver aquí, aquella escena en donde un iraquí le aventó (literalmente) los zapatos a George Walker Bush y le llamó “perro”.

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