Robert D. Putnam, en su libro: The Comparative Study of Political Elites (1976), expone un sinfín de elementos que permiten conocer más a detalle, la forma de operar de la élite política que gobierna a un país. El eje transversal que las atraviesa a todas; las características que no son ningún secreto para nadie; y en términos generales la política normativa, es decir, cómo funciona el sistema político a la luz de lo que Gaetano Mosca expusiera como la “clase política”. Aunque personalmente, considero no debemos apreciarle como la misma cosa, porque la clase política no representa necesariamente la “élite”, sino que su diferencia quedaría sentada por el poder económico. Sin embargo, un elemento que menciona Putnam, es el relativo a los “líderes nuevos”, a esto me refiero hoy.
Putnam señala en primera instancia que, para la selección de los candidatos a un gobierno de elección popular, o incluso para aquellos cargos que son por designación, el partido gobernante acudirá al interior del mismo; con la élite industrial-empresarial; con organizaciones civiles; o incluso comenta la posibilidad de echar mano de individuos ajenos a cualquiera de dichas estructuras, entre otras. Aquí hablamos de personas que son reconocídas en algún sentido por su comunidad, de los líderes nuevos.
De tales liderazgos, la lógica esgrime que traerán por consiguiente ideas nuevas, frescas, innovadoras, dada su condición de jóvenes (muchas veces), y más aún por su condición de elementos externos a la entidad partidista que, para un cargo de elección popular (por ejemplificar), los postula. Sin embargo, Putnam deja en claro que los líderes nuevos no necesariamente darán cuenta de ideas nuevas, dado que pueden actuar conforme a las caracerísticas del antiguo régimen.
Tal como observamos en el país, personas relativamente jóvenes (porque para la CONAPO un joven es aquél que se encuentra entre 14 y 24 años de edad), están ocupando puestos cada vez más relevantes, y dentro de los partidos muchos se perfilan para hacerlo, háblese del nivel federal, estatal, o municipal. Ante el inminente desgaste y degeneración partidista, los jóvenes se convierten así en opción atractiva para lograr el impulso a nuevos proyectos, o muchas ocasiones simplemente postergados.
Y es precisamente porque hasta hoy, como puntualiza el politólogo italiano Giovanni Sartori en Partidos y sistemas de partido (2005), nadie ha podido demostrar cómo funciona un gobierno representativo sin los partidos; que nuevas ideas e incesantes bríos deben forzosamente fluir por las venas de tales instituciones por todo lo largo y ancho del país, dando cuenta de la expresión fehaciente de la sociedad, y creando en su momento, gobiernos responsables y gobiernos que respondan.
Hoy, con unos 20 millones de jóvenes en México (de 14 a 24 años), el país tiene la grandiosa oportunidad de capitalizar todo ese manantial robustecido de energías liberalizadoras y en plena pujanza, que brota de lo más íntimo de sus entrañas. No obstante, el joven está obligado a buscar aquello para lo que cree, ha sido instruído o para lo que cuenta con capacidades y habilidades. Competir y por ende generar competencia al interior de un partido, es mandamiento natural de los nuevos líderes, de quienes bajo dicha condición deseen ejercer su voluntad y decisión para actuar.
Opinión Virtual: www.youtube.com/joseisabeles
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