LPL José Guadalupe Isabeles Martínez
En virtud de que los ejidos en México son aspecto común e importantísimos, la temática de esta ocasión se centra en ello, tratando de plantear parte de la problemática esencial, pero a la vez comentando algunos estudios de caso que bien aportan soluciones al ejido en función de su productividad y competitividad.
A saber, el sistema de ejidos surge tras la Revolución Mexicana, expropiando grandes extensiones de tierra a hacendados y terratenientes con el fin de entregar esas tierras a quienes las trabajaban, en este caso hablamos de campesinos sin tierra. Posteriormente las tierras repartidas adquirieron una connotación distinta, pasando a ser vistas desde la perspectiva del “sustento familiar” no como un “medio de acumulación y reproducción económica ampliada” de acuerdo a Emmanuelle Bouquet, doctora en Economía Rural por la Escuela Nacional Superior de Agronomía de Montpellier, en Francia (La tierra ejidal en México: ¿mercancía u objeto social?).
Es Bouquet quien señala que hay 2 formas de analizar la situación de los ejidos, la primera es la dimensión dominante mercantil, la segunda es la forma no mercantil o social. En la primera la tierra es objeto de transacciones, en la segunda la tierra no puede ser objeto de comercialización ni puede ser vista con fines mercantiles. Hasta antes de la reforma que dio origen a la Ley Agraria de 1992, en México la tierra ejidal era vista desde una perspectiva no mercantil.
Antes de la reforma de 1992 existían algunas limitaciones, actuar individualmente quedaba prohibido, por el otro lado el gobierno proveía los llamados “créditos ejidales” tratando de atemperar la lógica mercantil del entorno. Así se puede explicar una clara desconexión de la tierra con la eficiencia productiva, en tanto también era imposible acceder a la tierra mediante compra, renta o aparcería. Pero dichas prohibiciones generaban prácticas ilegales que tendían al lado mercantil.
Muchos recordarán los fracasos estrepitosos del presidente Lázaro Cárdenas del Río, cuando al expropiar enormes y exitosas haciendas a los ricos para dárselas a los pobres sin tierra, la producción, competitividad y éxito se venían abajo. Hoy seguimos teniendo ejemplos similares, donde decenas y cientos de hectáreas son poseídas por numerosas familias de ejidatarios, y no se pueden poner de acuerdo para hacer producir sus tierras colectivas y beneficiarse. En Sayula tenemos empresarios locales donde una sola familia hace producir y exportar lo que no logran hacer los ejidos.
Para explicar esto hablamos de diversos factores, como la visión empresarial y de largo plazo de productores locales, contra una visión muchas veces de corto plazo de los ejidatarios. La educación que haya recibido el empresario puede estar enfocada en agro negocios, mientras que la educación de los ejidatarios puede ser de primaria o secundaria.
El gobierno y las instituciones financieras, en una generalidad sólo prestan dinero a quien sea altamente rentable (el empresario), y no a quienes no presentan ninguna garantía de productividad, eficiencia y eficacia, sumado esto a la desorganización en que suelen vivir los ejidos.
Bouquet señala el caso del ejido La Soledad, Tlaxcala, donde en 1938 se repartieron 1,540 hectáreas a 38 beneficiados, mas no pudieron aprovecharse dadas las prohibiciones de no desmontar más de media hectárea por persona. Cuando las tierras pudieron trabajarse más libremente y de forma colectiva (después de 1962) hubo problemas de organización. Los apoyos como hoy, eran selectivos pues se apoya (ban) cultivos más comerciales y en auge, lo que derivaba en iniquidades.
El caso de Los Pueblos Mancomunados de la Sierra Norte de Oaxaca es una investigación de Jorge Hernández-Díaz y Graciela Ángeles Carreño, de la Universidad Autónoma de Benito Juárez, Oaxaca (García del Castillo Rodolfo, 2004, Gestión local creativa: experiencias innovadoras en México, CIDE). Este estudio abarca 3 municipios mancomunados, San Miguel Amatlán, Lachatao y Santa María Yavesía. Aunque no constituyen un ejido, propiamente, sí vale la pena una mención.
Los investigadores dejan ver que con sus más y con sus menos, el mancomunado ha generado 5 proyectos que ya se han echado a andar: la industrialización de madera, el envasado de agua de manantial, ecoturismo, deshidratado de hongos, hierbas de olor, y ya se gestiona la reactivación de la industria minera del lugar.
Ante los propios problemas de la comunidad que no va más allá de unos escasos miles de habitantes, como lo son la pobreza, marginación, educación, ellos han decidido salir adelante generando beneficios colectivos. Eso y más es lo que podría hacer el ejido.
PD. Al igual que se está creando la Junta de Coordinación Metropolitana de Jalisco, así debe forzosamente que crearse una Junta de Coordinación Regional del Sur de Jalisco, pero no, parece que acá nuestros alcaldes no tienen visión…
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