viernes, 10 de diciembre de 2010

El presupuesto participativo en Porto Alegre

Por José Guadalupe Isabeles Martínez

El modelo del presupuesto participativo resulta en un constructo democrático de auténtica participación ciudadana. Si desde Brasil ha hecho eco en el mundo entero lo es por su viabilidad para ser aplicable en los lugares más lejanos del mundo.

Porto Alegre es la capital del estado de Rio Grande do Sul, en Brasil. Es una ciudad que cuenta con alrededor de 1.5 millones de habitantes. Fue aquí donde se vio nacer por primera vez el mecanismo de acción ciudadana traducido en el presupuesto participativo.

El arribo del Partido de los Trabajadores (PT) a la alcaldía en 1988, enfrentó una serie de dificultades que orillaron al gobierno municipal a emprender nuevas formas de gobierno.

Primeramente, nada tiene que ver el PT de Brasil con el Partido del Trabajo (PT) en México, aquí el partido se ha convertido en un jugoso botín político, así lo palpamos a nivel nacional y desde luego en muchos de los municipios del país.

Aunque el PT en Porto Alegre no abanderaba la creación de este innovador modelo de participación una vez en el gobierno, es decir, no era parte de su programa político en campaña, sí lo era mayor participación ciudadana en la administración pública municipal. El reto vino cuando la alcaldía se encontró con que el 98 por ciento del presupuesto estaba destinado al pago de personal, y tan sólo el 2 por ciento a obras de diversa índole.

La situación crítica del PT en el gobierno, obligó al alcalde Olivio Dutra y al vice alcalde Tarso Genro a actuar de manera distinta, fueron ellos quienes vinieron con esta idea. Dado que no se podrían materializar muchos de los proyectos, se tomó la decisión de mostrar al público lo que había, e incluirlos posteriormente en el proceso de toma de decisiones.

El modelo de presupuesto participativo consiste en que la población, en este caso de un municipio como podría resultar en México -y cabe decir ya han habido propuestas y acciones para aplicarlo-, sea parte de las obras que se realizarán en su ciudad. Mediante este mecanismo la gente decide qué se construye y que no. Por qué será así y cuáles deben ser las prioridades.

En Porto Alegre la ciudad se dividió en 16 regiones, de las cuales se eligen dos consejeros por región, y cada una de ellas puede estar dividida en microrregiones. Un objetivo es que las obras que se impulsen tengan el consentimiento de quienes serán los principales beneficiados o perjudicados. Esto es una forma de descentralizar el ejercicio público democrático y resultar en un Ayuntamiento ampliamente incluyente.

Se creó entonces un Consejo de Presupuesto Participativo como máximo órgano ciudadano, integrado por 32 consejeros, así como un Gabinete de Planificación. Es a muy grosso modo a través de esto como se plantea la prioridad de las obras. Sobresalen asimismo las figuras de delegados, que son quienes ejercen el contacto más directo con los habitantes de la región y colonias, reuniéndose con ellos para plantear una propuesta de lo que en su lugar se necesita.

A la postre sus necesidades se comparan con la propuesta del Ayuntamiento y en el Consejo se negocia que obras van y cuáles no. Desde luego los por qué siempre deben estar a la mano, dado que muchas veces las razones llegan a ser de presupuesto, de aspectos técnicos, u otras.

Lo que se pretende exponer con este caso, es que el modelo puede ser aplicado en los municipios de México, siempre y cuando se tomen a consideración las diferencias que puedan echar abajo la aspiración. Es innegable que este proyecto resulta por mucho muy ambicioso y que no es algo que se construyó en Porto Alegre de la noche a la mañana, en tanto fue una participación ciudadana ascendente, con sus traspiés desde luego, pero algo que finalmente salió avante.

De nadie es desconocido que en México urge una mayor politización ciudadana que no se limite exclusivamente a participar en elecciones, sino que atiendan paralelamente una responsabilidad de todo aquello en lo que se puede convertir su ciudad, con y sin su ayuda, e incluso por encima de sus derechos. Ello nos remite a una forma ideal en que los gobiernos locales podrían reconstruir la legitimidad perdida fomentando irreversiblemente la cohesión social tan pulverizada en estos días.

PD. Estamos ciertos en que muchas preguntas quedan en el aire, pero para profundizar más se recomienda leer el libro El presupuesto participativo en Porto Alegre: delegando el poder a la gente (1999), que es autoría de Marta Harnecker y se puede encontrar fácilmente en Internet.

Opinión Virtual: www.youtube.com/joseisabeles

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