El protagonista es el doctor Bernard Rieux. Además, tenemos a Jean Tarrou, quien vivía sin preocupaciones monetarias. Raymond Rambert es periodista que no es oriundo del lugar. Tenemos al señor Cottard, que intenta suicidarse una vez, y es salvado por Joseph Grand, empleado del Ayuntamiento. Hay más personajes, pero son éstos los más destacados.
La historia transcurre en Oran, prefectura francesa en Argelia, “en el año 194…”, se escribe en el texto. La crónica narra los acontecimientos de la peste bubónica. Todo inicia en ese año impreciso, cuando Rieux tropieza con una rata muerta en la escalera, era 16 de abril. Le comenta al portero de nombre Michel, y éste se sorprende inmediatamente porque era imposible que hubiera ratas.
Comienzan a aparecer por doquier, en las casas, calles, parques, jardines, edificios públicos, en todos lados. Un día, el 28 de abril, se anuncian 8 mil ratas recogidas por el servicio municipal de desratización. Al día siguiente la cantidad es insignificante. Nada culminó ahí. Después, muere Michel, el portero, de una inexplicable fiebre. Trágicamente, ahí inicia otro periodo desconcertante.
Oran es una ciudad de unos 200 mil habitantes, y las personas empezaron a padecer síntomas raros: fiebre, inflamación de los ganglios, terribles dolores… La gente empieza a morir. Ahí es cuando deciden cerrar la ciudad, nadie sale. Oran queda aislada por la peste. Los hospitales se llenan, la gente es sometida a cuarentena. Cuando la peste se apodera de Oran, todos los edificios públicos son utilizados como hospitales o inmuebles de aislamiento, el estadio se llenó de personas.
Al principio, la gente se despedía de sus muertos, después ya no. Los cuerpos eran amontonados en ambulancias, llevados en caravanas a enterrar. Los ataúdes se terminaron, después los reutilizaban, en delante los enterraban así, en bolsas (hombres y mujeres por igual), en fosas cada vez más profundas. Ya no hubo espacio en el cementerio. El extremo fue cuando el tranvía era llenado de cuerpos que incineraban en un gran horno municipal. Ese fue el punto más álgido. Los espeluznantes hechos terminan en febrero, casi un año después, cuando al fin abren las puertas de Oran.
La separación, el amor y el exilio interno son temas relevantes, es interesante ver cómo vive cada personaje estos elementos, pero más lo es observarnos a través de ellos. Algo singular es el concepto de “recomenzar”, porque todos desean recomenzar aquello que no valoraban y dejaron pendiente antes de la peste. La novela representa que el ser humano vive su vida con una peste interna, como dice Tarrou, cuando habla del hombre íntegro. El hombre es reflejo de Oran, porque vive preocupado por el dinero, el trabajo, tantas banalidades, que se olvida de la felicidad y el amor hasta el momento de la desgracia.
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