LPL
José Isabeles
En cada espacio, en cada
tiempo, hay siempre un rincón para la inspiración. Una idea prevalece mientras
haya alguien que le persigue, muy a pesar del tiempo, muy a pesar de sus
circunstancias. Esta es la historia de Preston
Tucker, un hombre y su sueño. En 1948 la estrechez de mente hacía que la
industria no pensara en utilizar cinturones de seguridad en los vehículos, no
pensaban en frenos de disco, motor trasero o inyección de combustible. Tucker
innovó en ese aspecto y otros, su prototipo de auto; que presentaba muchas
medidas de seguridad, aunque para el momento, propuestas así eran (para algunos),
un disparate.
En aquellos años Tucker
consiguió vender su proyecto, tan revolucionario como vanguardista para la
industria automotriz. Así consiguieron una bodega en la que construirían los
vehículos en serie, autos que habían sido anunciados en revistas, estaban
siendo requeridos por los compradores, pero aún no se fabricaban en su planta
de Michigan. El paradigma tradicional se había agrietado gracias a las poco
convencionales ideas de Preston Tucker, fundador de Tucker Corporation. El hombre y su sueño ya estaban ahí, haciendo
historia.
Usualmente el individuo se
ve y cree determinado por su cultura, por el tipo de sociedad en el que se
inserta, por la economía y hasta por la política, es el caso de México, donde
los negocios en su abrumadora mayoría son negocios del siglo pasado, no así en
EEUU, donde hay negocios que antes no existían.
Preston Tucker es el mejor
ejemplo de una casta de hombres y personajes, no solo de una época, sino de un
proceso de larga data o de un destino manifiesto, que bajo cierto público
podría ser hasta digno de un imperio.
Con las innovaciones de
Tucker en el vehículo convencional, la industria automotriz tembló y se vio en
la penosa necesidad de boicotear el proyecto de Tucker que ya estaba
trastocando al sector. Tucker fue llevado a la corte acusado de robar el dinero
de sus inversionistas, lo cual era tan solo un artificio para que los grandes
fabricantes acabaran con él. Simplemente no podía ser, el sueño americano se
veía atropellado en su propia cuna. Tucker llevó a la corte los 50 autos que
construyó, mismos a los que se había comprometido. Él y su equipo fueron
declarados inocentes de los cargos, pero su empresa no operó más. Murió 12 años
después al diagnosticársele cáncer. Desapareció el hombre, no así el sueño.
Twitter: @joseisabeles
*Artículo publicado el fin de semana del 21 de julio 2017, en la versión impresa del periódico Tzaulan, en la ciudad de Sayula, Jalisco.
*Artículo publicado el fin de semana del 21 de julio 2017, en la versión impresa del periódico Tzaulan, en la ciudad de Sayula, Jalisco.