LPL José Isabeles
En política hablamos del PAN como un partido derechista; del PRD como representante de la izquierda; y del PRI como el partido de centro, una posición muy cómoda cuando así convenga. También advertimos que en el PAN existen personas con gran espíritu progresista, y en el PRD sin dificultad encontramos militantes altamente conservadores. La incongruencia está a la vista.
Si Calderón implementa una política educativa y de becas en favor de los más pobres, eso se llama política de izquierda y progresista; si Andrés Manuel López Obrador no transparenta los expedientes sobre la construcción del segundo piso del periférico durante su gobierno en el D.F., esas son medidas derechistas. ¿Vemos la incongruencia? ¿Quién es aquí el hombre de izquierda? Ante la falta de ecuanimidad es como se desvanece la consistencia de ideologías.
Pero discutir sobre la validez de derecha e izquierda podría resultar innecesario, cuando sabemos de las distinciones inherentes entre seres humanos, tanto como se habla de razas, grupos o personas. Desde la Francia de 1792, convivía la Gironda, grupo donde se incluían los nobles, el clero y la gente con demasiados privilegios: la derecha.
Ya aparecía en escena la plataforma de izquierda compuesta por el grupo de La Montaña (burgueses, artesanos e intelectuales), donde además se contaba el resto del estrato social, en palabras de Alianza Ciudadana. Desde aquí ya se defendía el progresismo, la igualdad, y el apego del rey a una constitución. Es decir, siempre han coexistido procederes segregacionistas en la humanidad, mas continuar abonando al “usted es derechista, yo izquierdista”, solo alimenta el encono y las barreras naturales de división.
Con el tiempo los partidos se convirtieron por igual en una suerte de empresas privadas, sin importar su “ideología”. Sean de izquierda o derecha la clase gobernante donde se cuentan institutos autónomos como el IFE, se sirven de los tesoros públicos tal como hacían los grandes jeques y emperadores del pasado. López Obrador en más de una ocasión ha hecho mención que lo que necesita este país es caminar con los valores del cristianismo, ¿por qué no dijo del islam o el judaísmo? Esto es indubitablemente una desmedida contradicción a la luz del hombre de izquierda.
De sobra hemos visto que colores, siglas o supuesta ideología partidaria no son elementos que hacen la diferencia, porque ésta la hace la gente, las personas involucradas en un proyecto.
Sería muy apremiante realizar un estudio de tintes científicos, con el fin de conocer qué partido –PAN-PRI-PRD- ha hecho un mejor trabajo al frente de un gobierno.
Suponiendo. ¿Cómo mediríamos esto? Primero creo necesario definir qué políticas –salud, educación, comunicaciones– son (más) de izquierda o (más) de derecha. Partiendo de ello sería deseable enumerar la cantidad de políticas públicas impulsadas por uno u otro, y no solamente concentrarse en temas como el aborto, preferencias sexuales, o religión, muy polémicos, por cierto.
Hoy como en otros tiempos, y especialmente en este momento histórico que vive el país, es casi imposible confiar en partidos y vendarnos los ojos con el paño de su ideología. Fomentarlo implicaría cegarnos y dar por lo general nuestra aceptación sin objeción alguna a cualquier acción del partido. Al inicio de la segunda década del siglo, el discurso (potenciado) más que de izquierda o derecha, es el mismo de siempre: justicia, democracia, libertad.
El borramiento de los partidos es inevitable igual que el espectro ideológico. Adquiere forma y con mayor pujanza el cimiento ciudadano de hombres y mujeres libres por tanto tiempo mancillados, en un país donde partidos y organizaciones sean utilizadas por los individuos y no viceversa.
PD. Una promesa de campaña más de Enrique Peña Nieto (PRI): más y mejores telenovelas para la sociedad. Y no es broma, ¡ ya está por todas partes !
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