A veces las palabras no me vienen, necesito buscarles. Llega el momento en que pienso que no sirven de nada, que valen más las acciones. Después comprendo que los hechos son producto precisamente de las palabras, de las ideas. Al menos deseo verlo así en esta ocasión. La vida es lo que es, (it is what it is), como dirían en la película “The Curious Case of Benjamin Button” (El Curioso Caso de Benjamín Button).
El otro día escuché en la radio al director y maestro de la Casa Tíbet en México, Marco Antonio Karam, y es lo que me hace referirme al título de hoy. Decía que los sueños, aquello que le inquietó durante la noche, o que quisiera seguir soñando, no es más que una memoria de su otra (s) vida (s). Señalaba que hay personas que no recuerdan muy bien lo que soñaron, que sólo se acuerdan de lugares distantes, raros. Eso, es precisamente la otra vida.
Recuerdo que dijo, “la mente existe después de la muerte”, y recordé aquello que cita Juan María Alponte en su libro Los Liberadores de la Conciencia (2003), cuando menciona lo que el hijo mayor de Martin Luther King, le comenta a su madre Coretta Scott de King a la muerte del reverendo en 1968: “quizá físicamente esté muerto mamá, pero su espíritu no morirá nunca...” (p. 357). Era apenas un niño.
El mismo libro platica de Mohandas (o Mahatma) Gandhi, Abraham Lincoln, Martin Luther King, y Nelson Mandela. Los tres primeros ya están muertos, murieron por un arma de fuego. Gandhi y King se desvanecieron, Lincoln quedó sentado en su butaca del Teatro Ford de Washington. Mandela aún vive (libre) en Sudáfrica, tras vivir injustamente encarcelado 27 años 190 días.
Karam dijo que, al morir la mente se desprende del cuerpo, y que por eso no despertamos jamás. Esa es la hipótesis. Lo interesante es que “esa mente” volverá encarnada en otra persona (la reencarnación). Siendo así, ¿somos la mente y por tanto las acciones de individuos que vivieron en otro tiempo, en otro lugar, incluso en otro planeta, quizá hace centurias de miles de años?
Entonces me pregunto, ¿cuándo veremos a un Nelson Mandela en México? ¿Cuándo veremos a alguien dispuesto a dar su vida por disposiciones patrióticas por la República? ¿Cuándo tendremos a alguien defendiendo honorablemente los derechos e intereses del pueblo sin que medie ambición desmedida? Quizá no nos alcance la vida para ver al verdadero liderato (a).
El otro día escuché en la radio al director y maestro de la Casa Tíbet en México, Marco Antonio Karam, y es lo que me hace referirme al título de hoy. Decía que los sueños, aquello que le inquietó durante la noche, o que quisiera seguir soñando, no es más que una memoria de su otra (s) vida (s). Señalaba que hay personas que no recuerdan muy bien lo que soñaron, que sólo se acuerdan de lugares distantes, raros. Eso, es precisamente la otra vida.
Recuerdo que dijo, “la mente existe después de la muerte”, y recordé aquello que cita Juan María Alponte en su libro Los Liberadores de la Conciencia (2003), cuando menciona lo que el hijo mayor de Martin Luther King, le comenta a su madre Coretta Scott de King a la muerte del reverendo en 1968: “quizá físicamente esté muerto mamá, pero su espíritu no morirá nunca...” (p. 357). Era apenas un niño.
El mismo libro platica de Mohandas (o Mahatma) Gandhi, Abraham Lincoln, Martin Luther King, y Nelson Mandela. Los tres primeros ya están muertos, murieron por un arma de fuego. Gandhi y King se desvanecieron, Lincoln quedó sentado en su butaca del Teatro Ford de Washington. Mandela aún vive (libre) en Sudáfrica, tras vivir injustamente encarcelado 27 años 190 días.
Karam dijo que, al morir la mente se desprende del cuerpo, y que por eso no despertamos jamás. Esa es la hipótesis. Lo interesante es que “esa mente” volverá encarnada en otra persona (la reencarnación). Siendo así, ¿somos la mente y por tanto las acciones de individuos que vivieron en otro tiempo, en otro lugar, incluso en otro planeta, quizá hace centurias de miles de años?
Entonces me pregunto, ¿cuándo veremos a un Nelson Mandela en México? ¿Cuándo veremos a alguien dispuesto a dar su vida por disposiciones patrióticas por la República? ¿Cuándo tendremos a alguien defendiendo honorablemente los derechos e intereses del pueblo sin que medie ambición desmedida? Quizá no nos alcance la vida para ver al verdadero liderato (a).
Por lo pronto, tal vez tenemos qué conformarnos como lo hacemos con muchas cosas. Hacerlo con políticos desleales, contradictorios, incongruentes, que irradian falsedad por doquier. Aceptar quizá que en esta tierra nos tocó nacer, y a muchos vivir. Abrazar la idea de que el destino ya está trazado, y que seguramente en la otra vida nos volveremos a encontrar, para devolverle a México, lo que tanto le viene dando la clase política, pero que tristemente no llega en abundancia: justicia e igualdad.
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